El circuito gastronómico de Paternal está en expansión. Con propuestas novedosas que se suman a las clásicas, invitan a explorar un barrio cuyo mejor secreto es la autenticidad. Desde una parrilla a puertas cerradas en el jardín de una casa, hasta cervecerías, rolls y pastas veganas y menú de autor en el pulmón verde de la ex Química Estrella. En el corazón de la Isla de Paternal, una zona de talleres de costura y mecánicos, pero también de estudios de diseñadores, artistas y escenógrafos, se destacan MN Santa Inés y Tita la vedette. El primero, comandado por Jazmín Marturet, ofrece comida casera a pura memoria emotiva en el marco de una ex panadería cuya marquesina sigue intacta, nombre incluido. Y en Tita las pastas veganas y multicolores del equipo de mujeres cosecha cada vez más público. En el límite con Villa Crespo creció un micro polo foodie aparte: “La triple frontera”, le dicen los propios y ajenos a la línea divisoria que marca la Av. Honorio Pueyrredón. Con la llegada de Madre Rojas, firma pionera en la cría de wagyu, Juan Barcos se puso al frente de esta esquina donde se lucen los cortes seleccionados.
Los bodegones que mantienen su impronta celebran la historia de un barrio de bares en esquina, de comida al paso y sin estridencias. Como El Bodegón de las Abuelas, en Rojas al 2000, un viaje directo a la infancia. En Paternal se puede comer un plato de otro tiempo, o bien, probar reversiones en un barrio que mira al futuro desde sus propias raíces.
Bilbo (Dr. Luis Beláustegui 802)
Especialistas en brunch y en aperitivos, la casona recibe buenas dosis de sol a través de sus ventanales que dan a una típica calle adoquinada del barrio, en el límite con Villa Crespo.
Ambientado como en los años ‘50, con sillas-hamacas y un subsuelo con mesas para compartir, se destacan: el Pullued Pork, bondeola braseada, cebolla caramelizada, queso cheddar, en pan de leche acompañado por papas cuña. Y un postre bomba, la ChocoBilbo, una versión de la chocotorta con ganache de chocolate, crema, dulce de leche y el toque del café de la casa.
Un típico PH con patio profundo se transformó en vinería, bar y restaurante donde se organizan ciclos de catas íntimas, de no más de 10 personas, acompañados por un sommelier. “Elegimos bodegas chicas, proyectos no tan conocidos. La idea es impulsar nuevos emprendimientos y recuperar las cenas de amigos donde se comparten los platos”, explica Anahí, una de las socias.
Los ñoquis del 29 son un clásico y la carta cambia cada estación. Ragú de hongos y el Pastel de boniato son los clásicos junto con la tortilla y entradas como las burratas y las Tablas de quesos y dulces (de elaboración propia). Además, el postre emblema: cascos de membrillos en almíbar especiado, mascarpone cítrico y crumble de canela.
El patio de Mabel (a puertas cerradas)
Familiar y a puertas cerradas. De cocción lenta y sobremesas largas. Así es la propuesta que invita a recuperar la tradición de los asados de campo, matizados por vermú, y en el jardín trasero de los dueños.
“Nosotros ofrecemos la experiencia de volver a esa época donde ibas a la casa de tu abuelo un domingo a comer ese asado de horas”, dice Luciano Pacello y advierte que la dirección es “secreta, solo trabajamos con reservas de viernes a domingos y se informa la ubicación una vez realizada la reserva”.
La última incorporación al barrio; un café de especialidad con dulces de todo tipo, alfajores, tortas y brownies. Salen espumosos, húmedos y con nueces casi enteras. Además, los alfajores de nuez con dulce de leche.
El clásico viene con toques de vainilla, una pizca de limón y la dulzura de las frutas frescas: la Cheesecake de frutos rojos. La mini torta Oreo la sugieren para acompañar el café después de un almuerzo, con wraps de lomo y vegetales o las berenjenas en pan de focaccia, con morrones, zapallitos, queso y espinacas.
Tita la vedette (Paz Soldán 4993)
Del mini local de venta que es furor en Chacarita, ahora se pueden probar distintos platos en versión restaurante con la misma consigna: pastas veganas 100% basadas en plantas. Los Trifungi le hacen honor a los ingredientes seleccionados que caracteriza el lugar:
Triangoli relleno de 3 tipos de hongos con queso crema de caju. Con pesto y crema de caju. Además, se destaca la milanesa de berenjena ahumada acompañada de fideos moñito con manteca.
“Unir Carne y Terroir fue, es y será nuestro punto de partida para contar la manera que tenemos de observar la gastronomía y los paisajes de nuestro país”, destaca Juan Barcos, especialista y pionero en carne de wagyu. Vinos y fuegos acompañan con la misma intensidad los cortes de novillo Angus o Hereford especialmente seleccionados.
Ideal para carnívoros declarados, la bresaola y las mollejas son dos hits. Chinchulines crocantes, mollejas con leche de tigre, chorizo de wagyu con confitura de cebolla y flores de hinojo o la ensalada Caesar con chinchulines dan cuenta de la búsqueda.
Santa Inés (Ávalos 360)
Jazmín Marturet se enamoró de esta expanadería y conservó el nombre para impulsar un restaurante donde la carta cambia con cada luna, o bien, según la disponibilidad de productos. “Con mucho amor, esa es la clave” para la chef que ofrece pan de cornalitos fritos, higos frescos y romero junto a tortillas de maíz sincronizdas, relelenas de pollo y queso. Además, las pastas: de seso y verdura, de ricotta y tomillo con gallina estofada, de berenjenas y de pescado. Entre los postres, la carta actual arranca con plato de quesos con fruta cruda y cocida, tarta de pomelos y el clásico de la casa: la Pavlova y la isla flotante con frambuesas sabayon y almendras.
En los ventanales aún se lee Bar Lo de Jesús, un homenaje al viejo bar de equina que mantiene el espíritu del barrio.
Punto de encuentro de artistas y escritores, su nombre remite al postre de merengue, sambayón, “salted caramel” y maní. Pero antes, el sándwich de tortilla de papas, el de pastrón con pan de focaccia y pepinos encurtidos, los tacos de cerdo y el Panchazo, con salchichas de la charcutería de José Juarroz, chutney y coleslaw.
Kikiriki (Terrero 1525)
El pollo frito estilo coreano se apoderó de un extaller de costura en sus versiones “rojito, nevado, crispy o negrito”, de acuerdo a una carta generosa en combos. El Bukoki Burger viene en pan de papa, con papas tipo waffle y salsa dulce (o picante, a elección).
Las comidas se pueden acompañar por té frío y caliente, una modalidad asiática que pica en punta. El té negro con arroz integral tostado es un clásico. También, tragos a base de soju.