Desidia y corrupción: el caso del choque de trenes de Palermo

Dos trenes urbanos circulaban en la mañana del 10 de mayo de este año a no muy alta velocidad. Pero a la altura de los bosques de Palermo la formación del Ferrocarril San Martín choca a otra formación que estaba deteninda sobre la misma vía. No hubo víctimas fatales pero si 61 heridos. Este miércoles se supo que las razones del accidente fueron fallas humanas. Lo sorprendente es que tales fallas humanas resultan inconcebibles. Los operarios que manejaban un tren no sabían qué hacer para frenar un tren. Nada menos.

En su edición de este jueves, Clarín informa que “el juez Julián Ercolini, que entiende en la causa, concluyó que los operarios ferroviarios infringieron deberes de los cuidados que exige el oficio; además que no tenían «aptitud, conocimiento y experiencia para operar la locomotora». En otras palabras: desconocían cómo funcionaba y cómo desconectar un sistema de frenado que pudo haber evitado el choque. Un combo de falta de profesionalismo que no se convirtió en tragedia de milagro.”

Si bien los operarios aparecen como los principales responsables del accidente, vale la pena mirar un poco cómo estas personas fueron puestas ese día ante la responsabilidad de conducir un tren que trasladaba cientos de pasajeros.

Y en este punto aparecen dos conceptos claves: desidia y, tal vez, corrupción.

Choque de trenes en Palermo. Foto: Enrique Garcia MedinaChoque de trenes en Palermo. Foto: Enrique Garcia Medina

Desidia porque en la cadena de mandos nadie reparó en que de ninguna manera esas dos personas podían estar al mando de una formación ferroviaria.

La cadena de mandos debe ser bastante extensa. Como ya se informó, los trenes son los principales empleadores del país, con más de 30.000 salarios que se pagaban hasta el año pasado en el sistema ferroviario. En esta área las autoridades respondían al ex ministro de Economía y ex candidato a presidente Sergio Massa.

Se puede, por qué no, pensar en corrupción. Dentro de las empresas ferroviarias aparecía -hasta hace poco, porque fue anunciado su cierre hace algunas semanas- Desarrollo de Capital Humano Ferroviario (DECAHF) una compañía que llegó a tener nada menos que 1.400 empleados y se dedicaba entre otras cosas, como su nombre lo indica, a capacitar a los recursos humanos de la actividad ferroviaria, es decir, mejorar las capacidades laborales, entre otros, de los seis empleados ferroviarios que fueron procesados por el juez Ercolini: un auxiliar de la estación Palermo; un conductor; un ayudante de conductor; un encargado de movimiento de la Oficina de Control Trenes; un operador de la Oficina de Control Trenes y un supervisor de la mesa de personal.

Se ve que la capacitación no funcionó, a pesar de tener semejante estructura.

DECAHF fue una empresa híperdeficitaria. En cuatro años del gobierno de Alberto Fernández registró un déficit operativo de 202 millones de dólares. Se infiere que ese déficit se generó en una trama de capas de burocracia creadas para desviar dinero de las partidas presupuestarias. Es lo que se puede inferir de lo que sigue.

Ocurre que a la hora de presentar su plan de negocios, DECAHF parecía una gran empresa, aunque no podía ocultar su pasión por ampliar la “raviolera” de cargos y contratos a externos. Esto decía en su plan de negocios para el año 2022, el último que se conoce:

Su tarea es la formación educativa de los recursos humanos Ferroviarios. Esto en el marco dado por la declaración de “objetivo prioritario” de la política de reactivación de los ferrocarriles de pasajeros y de cargas. Para ello se dispuso que el Centro Nacional de Capacitación Ferroviaria (CE.NA.CA.F.) sea el órgano rector en el ámbito nacional de las actividades y programas de capacitación y formación de los recursos humanos ferroviarios.

«Por ello las empresas concesionarias y operadoras del sistema de transporte ferroviario deben presentar ante DeCaHF los programas de capacitación permanente que llevarán adelante en las áreas que hacen a la operatividad del sistema ferroviario, razón por la cual resultó fundamental reglamentar las funciones referentes a las políticas de capacitación del personal ferroviario

«Para ello se creo el Registro Único de Formadores Ferroviarios (RUFF) que tendría como finalidad disponer de una base de datos de formadores que cumplan los requisitos y condiciones para impartir actividades de capacitación y formación, de modo que, entre otras cosas, se facilite la gestión de dichas acciones formativas a los centros acreditados para seleccionar a los formadores. Es decir, se abrió la ventanilla para capacitadores externos.

Corrupción y desidia. Por suerte en el choque de mayo no hubo que lamentar víctimas fatales.

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