«¿Sabes lo que has hecho?», le preguntó José Perdomo, portero del Dakota Building aquella fatídica noche del 8 de diciembre de 1980, a Mark David Chapman. El hombre, que había descargado cuatro balas de la recámara de su arma, era consciente de lo que había hecho: “Sí, he disparado a John Lennon”.
El fallecimiento de uno de los íconos populares de la música a sus cortos 40 años conmocionó al mundo de la música, que perdía a un ídolo y a una de las caras más importantes de The Beatles.
Mark David Chapman, el asesino de Lennon: un hombre trastornado y obsesionado con la religión
Lo que no sabía Lennon era que unas palabras que pronunció el 4 de marzo de 1966 marcarían su destino. En un artículo llamado «¿Cómo vive un Beatle?» que estaba escribiendo la periodista Maureen Cleave para el diario London Evening Standard, un extracto causó revuelo mundial.
Mark David Chapman
Mark David Chapman
«El cristianismo desaparecerá. Se desvanecerá y se encogerá. No necesito discutir sobre eso. Tengo razón y se demostrará que tengo razón. Somos más populares que Jesús ahora. No sé quién irá primero, rock ‘n’ roll o cristianismo. Jesús estaba bien, pero sus discípulos eran groseros y ordinarios. Son ellos los que lo arruinan para mí», dijo Lennon en su encuentro con Cleave.
Más allá de cualquier clase de repudio que recibió el músico de Liverpool, un ex militar obsesionado con la religión comenzó a odiarlo a niveles extremos. Cabe aclarar que se está hablando de Mark David Chapman, descripto como un perturbado que hablaba con personas imaginarias y que fantaseaba con “tener el poder de un dios”. Envuelto en ese trastorno, consideró castigar al Beatle por ser un «farsante».
Lennon y Chapman, el encuentro
Esa idea estuvo revuelta en su cabeza por años, hasta que el 8 de diciembre de 1980 la ejecutó. Por la mañana, se unió a la multitud de fans que esperaban a Lennon en la puerta del Dakota Building de Manhattan, lugar de residencia del músico durante los últimos años, que compartía junto a su esposa, Yoko Ono. Sin embargo, Chapman se distrajo charlando con las personas que rodeaban el edificio y el portero, y perdió la oportunidad de ver a Lennon llegar en un taxi y entrar a su departamento.
De todas formas, era un hombre paciente, por lo que se quedó esperando a que salieran de nuevo. En el medio incluso conoció a Sean Lennon, el hijo de cinco años de la pareja, a quien saludó y le dijo que era un niño muy bonito, en referencia a Beautiful Boy, la canción que su padre le había dedicado hace poco tiempo.
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Alrededor de las 5 de la tarde, John y Yoko salieron, momento que Chapman aprovechó para darle, en silencio, una copia de Double Fantasy, el disco que había publicado tres semanas atrás con su mujer. Dos cosas importantes pasaron acá; ese fue el último autógrafo de Lennon -esa copia se vendió en una subasta por $525.000 dólares, el más caro de la historia- y Paul Goresh, un fotógrafo aficionado, tomó una foto sin saber que sería también la última del músico.
El encuentro entre Lennon y Chapman fue muy cordial, e incluso el asesino lo recuerda como una persona cálida: “Irónicamente, fue muy amable y muy paciente conmigo. La limusina estaba esperando y él se tomó su tiempo conmigo, tomó el bolígrafo y firmó mi álbum. Me preguntó si necesitaba algo más. Dije ‘no, no señor.’ Y se alejó. Un hombre muy cordial y decente».
Una vez firmado el disco, Lennon se fue con Yoko a los estudios de grabación Record Plant, y volvió al Dakota alrededor de las 11 de la noche. Oculto en la puerta de entrada esperaba Chapman, atento a todos los movimientos aquel 8 de diciembre. Se cruzaron, y solo momentos después, el asesino llamó la atención del músico: “¡Señor Lennon!”. Disparó cinco balas, de las cuales cuatro penetraron el cuerpo de John; dos en el pulmón izquierdo, una en el cuello y otra en el hombro izquierdo. “¡Me han disparado!”, fueron las últimas palabras de Lennon, que luego de desangrarse cayó tumbado al suelo.
El encargado, Jay Hastings intentó hacer un torniquete para detener la hemorragia, pero al darse cuenta de la profundidad de las heridas decidió llamar a la policía. En el medio de todo esto, Chapman esperaba tranquilo en el lugar del crimen, con un libro en mano. Cuando se fue esposado, le pidió disculpas a uno de los oficiales por haberles «estropeado la noche». Una transfusión de sangre en el hospital Roosevelt fue totalmente en vano, y el cantante murió apenas 20 minutos después de haber sido disparado.
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El País/Telam
Miles de homenajes por todo el mundo, un recuerdo de la estrella que se apagó con cuatro balas. La figura de Lennon perdurará en el tiempo por su impacto en la música y su trabajo como activista en busca de la paz mundial. Por el otro lado, Chapman sigue cumpliendo su cadena perpetua, aseguró que no estaba loco y pidió una revisión de la condena, algo que no le fue concedido.