El corazón del otoño narra la muerte de un padre como aviso para festejar la vida

Un cuento escrito para adultos, El corazón del otoño, narra, a través de la visión de una niña, como la muerte útil de un padre avisa al conjunto de la familia de que es preciso festejar la vida, ya que «cuando alguien fallece, si no se hace nada con esa muerte, si esa muerte no enseña nada, no tiene ninguna utilidad».

Es lo que aprendió Mari Carmen Navarro (Palma del Río, 1963) cuando, a raíz del fallecimiento de su marido, escribió El corazón del otoño, 29º Premio de Narrativa Ategua y ahora editado por Sótano Ediciones.

«La manera en que podía de alguna manera salvarme era haciendo de mi vida algo más fecundo, algo más fructífero, sobre todo con un propósito de amor a los demás. Eso me cambió la vida, me transformó», ha afirmado la escritora en una entrevista con EFE sobre su nuevo libro.

La elección de una niña para guiar la historia surge de que «necesitaba la simplicidad creativa con que los niños explican las grandes tragedias.

«Cuando nos convertimos en adultos, no sólo perdemos la inocencia y la ingenuidad, también olvidamos cuestiones como nuestra vulnerabilidad, nuestra finitud, que el tiempo es fugaz, que tenemos que morir. Con María aprendemos que la muerte del otro no es inútil, sino un aviso que nos invita a festejar la vida», asegura.

Navarro, profesora jubilada y con más de una decena de publicaciones de diversos géneros, escribió El corazón del otoño porque sentía que había perdido el sentido de su vida al perder a su pareja de 33 años. «Quería dejar un legado del amor que habíamos vivido en la familia a mis hijas, cuando mi marido todavía formaba parte de esa familia ante el peligro de la pérdida de esa memoria. Así considero que convertí la muerte de Antonio en útil», relata.

La niña que conduce el relato

Explica que cuando María, la protagonista que conduce el relato, su propia hija, «entiende y acepta que la enfermedad que padece su padre se lo llevará para siempre, está preparada para quitarse la ropa de niña y enfundarse las vestimentas de mujer que le ayudarán a entender el valor de la vida».

Indica que la obra «es la épica pacífica por sobrevivir» de tres personas, sus dos hijas (Almudena y Carmen) y ella, obligadas a atravesar la tragedia que trae la enfermedad y muerte de su marido. «Y es también la epopeya de aquellos que, como él, tuvieron que afrontar su propia muerte con la suficiente dignidad de no auto compadecerse», añade.

«El silencio es una mordaza que agudiza el dolor y lo enquista por dentro, dando lugar a heridas muy difíciles de curar. Resistir estoicamente callado ante las cosas que suceden y nos hieren es un grave error, que nos impide salir adelante y nos provoca un trauma», opina la autora.

De ahí que este libro cubra «tres necesidades muy importantes: saber preguntarnos el porqué de las cosas, luchar contra la desmemoria y encontrar un sentido a la vida, que a veces lo perdemos».

Un futuro inexorable que nadie quería

La narración «va desgranando, desde la mirada de María, el devenir de un futuro que nadie quería, pero que era inexorable», escribe Carmen Ruiz Navarro, maestra de la autora, en el prólogo.

La escritora considera que la muerte «no tiene otra razón que avisarnos, precisamente, como hace mi personaje en el relato, de que tenemos que festejar la vida, que los que estamos vivos todavía tenemos la suerte de estar vivos», insiste.

Para trasladar este principio a la literatura trata, sobre todo, de emocionar, para lo que escoge la voz de una niña. «Permite la simplicidad creativa, explicar las cosas trágicas como las explican los niños, y la muerte es una de esas cosas que necesitan ser explicadas de una forma sencilla».

«Como el otoño se lleva la hoja de los árboles, también la muerte acaba con nosotros. No somos invulnerables ante la muerte», señala.

Ilustraciones que iluminan la palabra

La autora considera que «las ilustraciones iluminan la palabra y los textos» y eso es lo que ha hecho la ilustradora, su amiga Blanca Gamero, veterinaria de profesión. «Ha creado una perfecta simbiosis, un matrimonio amoroso entre sus imágenes y mis palabras. Y eso, sin duda, arroja muchísima luz a la lectura», precisa.

El corazón del otoño desarrolla el proceso de las primeras sensaciones de pérdida. «En el primer año se dice que el duelo es más doloroso. Es el primer cumpleaños en que no está, la primera Navidad en que no se está», detalla, aunque añade que cuando las enfermedades son largas y, en este caso fueron dieciséis meses, «el duelo se empieza a construir con antelación».

«Estás viendo que esa persona, y te lo dicen además los médicos, no tiene ninguna posibilidad de salir adelante. En ese primer año yo estaba preparada para afrontar con solvencia lo que quería contar», concluye.

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