Adiós a las monjas de Termens

Este sábado, 11 de enero, se celebra en Cabra un acto de reconocimiento y despedida a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, que, definitivamente, dejan el Colegio del Niño Jesús de la Fundación Escolar Vizcondesa de Termens, el gran proyecto de Carmen Giménez Flores (1867-1938) y por el que aún se le sigue recordando.

De esta forma se pone punto y final a una historia de noventa años en la que se han vivido dos etapas bien diferenciadas. Un primer periodo que va desde su apertura en 1934 hasta 1971 dedicada a la educación primaria, por la que pasaron estudiantes muchos de los cuales continuarían la educación secundaria en el instituto de Aguilar y Eslava. Y una segunda etapa, que arranca en 1972 y que ha llegado hasta hoy, comprometida admirablemente con la educación y la atención al alumnado con necesidades educativas especiales.

En estos momentos en los que se cierra una página importante de la memoria educativa, social y cultural de la ciudad, resulta obligado recordar, al menos, los inicios de su historia.

La Fundación Escolar Termens sucedería en el tiempo a otras del siglo XIX como la Obra Pía, la Escuela de la Sociedad de Amigos del País y la Escuela Normal, aunque su precedente inmediato lo encontramos en el grupo escolar llamado del Niño Jesús de Praga, un colegio de párvulos que ya regentaban en Cabra las Hijas de la Caridad desde 1904.

El grupo escolar

El proyecto de grupo escolar donación de la vizcondesa de Termens data de 1930. Esta gran empresa estaría dirigida por el arquitecto italiano Enrique Daverio y consistiría en la construcción de un edificio principal y otros secundarios como dependencias de un centro educativo, situados en una espléndida huerta que a tal efecto adquirió Carmen Giménez. De igual forma se construiría una capilla donde se instalaría el mausoleo con todos sus elementos escultóricos y decorativos y parte de la verja que la rodeaba en el cementerio, así como otras obras artísticas encargadas al efecto.

Alumnos de Termens con sus monjas profesoras (1940). / Cabra en el Recuerdo

El presupuesto inicial para levantar este edificio, firmado el 1 de octubre de 1930, ascendería a la cantidad de 131.000 pesetas y el contrato quedaría firmado por las partes el 26 de noviembre de 1930.

El ambiente anticlerical que trajo consigo la Segunda República no era el más propicio para el desarrollo de la Fundación Termens, al ser una institución religiosa. En principio estaba prevista su inauguración para 1931, pero a los retrasos inevitables en la terminación de las obras se le unirían las incertidumbres derivadas de la política del país y de la ciudad de Cabra.

Con el triunfo de la derecha en las elecciones generales de noviembre de 1933 mejorarían las relaciones del Estado con la Iglesia. Así, después de superar numerosas trabas administrativas, en 1934 la Fundación Escolar Termens estaba ultimada.

El periódico local La Opinión informaba sobre la bendición de estos nuevos grupos escolares, que se inaugurarían el 16 de julio de 1934:

«Ayer lunes 16, a las 8 de la mañana, se llevó a efecto con gran solemnidad, la bendición de los Grupos Escolares que, para niños pobres, ha fundado en esta ciudad la Excma. Sra. Dª Carmen Jiménez Flores, Vizcondesa de Termens. Aludida ceremonia y la primera Misa, estuvo a cargo del Rvdo. Padre Adolfo Tobar, Visitador de los PP: Paúles y de las HH: de la Caridad».

Y es que quiso su fundadora, efectivamente, que este colegio fuera en beneficio de los más humildes y para ello costeó no solo la obra y su dotación, sino que además destinó una renta en vida y la renta futura de un capital fundacional.

Por otra parte, era su deseo que su nueva escuela estuviera regida por las Hijas de la Caridad, lo que la llevó a establecer un contrato, «conforme al cual las Hijas de la caridad se establecen en Cabra para encargarse de unas escuelas gratuitas». Dicho acuerdo fue «celebrado y firmado», por una parte, por la vizcondesa de Termens, fundadora, y de la otra por Adolfo Tobar, director de las Hijas de la Caridad, y sor Justa Domínguez, visitadora de las mismas.

Sin duda, la presencia del padre Adolfo Tobar Mayoral, superior de los Padres Paúles y director general de las Hijas de la Caridad en España, y de sor Justa Domínguez, superiora de las Hijas de la Caridad españolas, es importantísima para comprender el alcance y compromiso entre esta congregación religiosa y la vizcondesa de Termens.

Convenio

En el referido convenio firmado, a las cláusulas referentes a la organización del establecimiento, empleos y dotación de las monjas, etcétera, Carmen Giménez añade otras en las que especifica que la fundación constaría de «cuatro hermanas, por lo menos, y dos de ellas con el título de maestras» y expresa que, además, serán las responsables del cuidado y mantenimiento del mausoleo trasladado a la iglesia de la fundación.

A partir de 1934, la Fundación Escolar Termens iniciará su actividad docente continuando la labor anterior desarrollada en el antiguo colegio del hospital, y con la satisfacción de las hermanas de la Caridad de entonces: sor Emerita Goñi, sor Felisa Calvo, sor Sabina Prada y la superiora, sor Peregrina Olmos, vieron cumplida la promesa de la vizcondesa de que tendrían una «escuela modelo» moderna y perfectamente dotada.

En 1940, el Ministerio de Educación aprueba su clasificación como benéfico-docente y poco después, en mayo de 1942, en el acta de una habitual visita realizada a la Fundación Termens, la entonces inspectora de educación de Primera Enseñanza, Josefa Moyano, escribe con emoción:

«Si la educación en el concepto católico ha de ser formación integral del individuo y hacer del niño el hombre perfecto, teniendo por modelo a Jesucristo, necesariamente hay que afirmar que las Hermanas de la Caridad que dirigen estas escuelas de la Fundación Termens realizan una obra educativa completa».

Somos muchos los que, a pesar del tiempo transcurrido, aún tenemos presente nuestro paso por el colegio de Termens y el recuerdo de sus monjas: la rectitud de sor Isabel, la paciencia de sor Julia, el mal genio de sor María y, cómo no, el cariño de sor Pilar.

La última

Sor Pilar Pedrosa, la que ya es la última de las monjas de Termens y de la que nos quedará para siempre su paciencia infinita cuando los niños acudían a su mesa a leer la página correspondiente de la cartilla, y en mi caso (disculpen la referencia personal) cuando para sofocar mi lloriqueo infantil me daba un puñado de lápices de colores y me ponía a dibujar a su lado, pegado a sus faldas; algo que para un niño como yo (entonces de cincos o seis años) era el regalo maravilloso de aquella monja, tan guapa como mi madre.

Tiene razón el profesor José Luis Casas cuando afirma que el juego de la memoria es como un cesto de cerezas: tiras de una y sale otra, y otra y no hay forma de terminar. Por eso hablar del colegio de Termens, para muchos de nosotros, supone recuperar multitud de imágenes, evocaciones, recuerdos…

En el adiós a las Monjas de Termens, quisiera que estas palabras fueran de sentido homenaje y profundo agradecimiento a las que han dedicado su vida a la atención de los más pequeños y a los más desfavorecidos, siendo ejemplo de dedicación y compromiso, revalorizando y cuidando la memoria y el legado de la vizcondesa de Termens.

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