La poesía puede ser lo que le dé la gana, para mí el poema es mi forma de pellizcar a las personas

-¿Cómo recibió la noticia de que es una de las finalistas de los premios de la Crítica de Andalucía?

-Me lo dijo por WhatsApp Francisco Expósito, de Diario Córdoba, y fue una alegría y un sorpresón. Estoy muy contenta, vengo de recoger el premio Zenda de poesía y la verdad es que es una maravilla ver cómo este libro que escribí sembrando y pensando imágenes y reflexiones para que pensemos en el mundo que queremos tenga ese reconocimiento. Si además esa opción a premio viene de tu tierra hace más ilusión siempre.

El poemario quería ser esa buena sombra, un lugar donde pensar qué tipo de mañanas queremos

-¿Escribió el libro pensando en dejar un mensaje a una generación?

-No soy mucho de pensar en qué personas van a leer lo que escribo, pero sí pensé el libro con la idea de la buena sombra. Estamos en tiempos de emergencia climática y cuando lo escribí tenía muy presente el peral que mi abuelo plantó el día que yo nací y que me sigue acompañando, dando frutos y sombra. El poemario quería ser esa buena sombra, un lugar donde pensar qué tipo de mañanas queremos, ahora que nos cuestionamos cómo vivimos, si hay que trabajar tanto, la comida, la pérdida de biodiversidad. Hay una generación que viene cuestionando muchas cosas y preguntándose si se pueden hacer de otra forma y tener una vida digna. La imagen de ese peral que da título al último poema del libro fue una imagen que me acompañó en el proceso de escritura.

Juan Carlos Mestre, un poeta al que admiro muchísimo y un maestro, dijo que yo iba a ser una buena antepasada y me pareció un piropo precioso

-¿Cuál es la crítica más bonita que le han hecho a su libro?

-Como escritora, el mayor regalo son los encuentros con lectoras y lectores, que se sientan reconocidos en un poema o se lleven el poema a su terreno, eso es muy bonito. Creo que esa es la habilidad que tiene la poesía, que puede ser lo que le dé la gana. Puede hacer que te sientas reconocida, resguardada, hacerte preguntas, querer saber de dónde viene su familia… El libro termina dando las gracias a los pájaros, porque a mí me gustan mucho los pájaros y hago una lista de todos los que vi mientras que escribía el libro. Muchas personas me han dicho, ¡qué bonito, he empezado a prestar atención a los pájaros! En la presentación que hicimos en Madrid con Juan Carlos Mestre, un poeta al que admiro muchísimo y un maestro, dijo que yo iba a ser una buena antepasada y me pareció un piropo precioso, porque creo que estamos en eso, en qué tipo de antepasados queremos ser para la gente de mañana, cómo queremos que nos recuerden, qué les vamos a dejar. Esa es una de las grandes cuestiones que atraviesa un libro.

-Fuego la sed habla de la relación del ser humano con su entorno, ¿la poesía es un buen vehículo para la denuncia política?

-Como decía antes, la poesía puede ser lo que le dé la gana, esa es una de las grandes capacidades que tiene. El poema es mi forma de pellizcar a las personas, para decir, oye, presta atención a esto que tenemos tan cercano, que hace posible nuestro día a día, que está tan cerca que ni lo valoramos. Eso es para mí el poema, volver a mirar alrededor con esos ojos de niña de cuando éramos pequeñas y no teníamos miedo a preguntar. Es el sorprenderse, la curiosidad, el querer saber. Lo bonito es que cada mañana nos despiertan los mismos pájaros en nuestra calle, el mundo se sigue haciendo cada día. No deja de ser un milagro, vivimos en un mundo lleno de otros mundos, de conversaciones, y a mí eso me parece maravilloso. El poema nos sirve para conectarnos con lo que nos rodea.

-Nos creemos más importantes de lo que somos.

Totalmente, el mundo sigue girando y nosotros formamos parte de ese entramado en el que todo está relacionado.

Yo siempre pienso en la luz, no podemos quedarmos en la postura del colapso

-¿Es moderadamente optimista sobre el futuro de la humanidad o ha perdido la fe?

-Si fuera así no escribiría. Cuesta, pero hay que seguir bregando, yo siempre pienso en la luz, no podemos quedarnos en la postura del colapso y del bueno ya para qué, qué voy a hacer si no tenemos arreglo. Hay que seguir trabajando y buscando la luz y buscando esa buena sombra, esos frutos y esas flores.

María Sánchez. / José González

-¿Para sentir el lamento de la naturaleza hay que vivir en el campo?

No, para nada, tenemos que destruir esa imagen de que las personas somos fuera de la Naturaleza. Esa es una imagen que ha permitido que nos sintamos por encima de los demás, que creamos que no somos seres vulnerables. La pandemia nos dio ese choque de realidad, todos estamos conectados. Muchas veces en los pueblos pensamos que la gente tiene una buena relación con la naturaleza, pero nos encontramos los mismos problemas que en la porque no conocen los árboles o no tienen la información para hacerse preguntas del tipo: ¿Cómo se hace la comida? ¿De dónde viene la leche? Necesitamos conectar, pero para eso hay que enseñar. No se puede amar ni proteger lo que no se conoce. Algo tan fácil como un huerto en el cole, saber que las cosas llevan su tiempo, que no todo siempre sale bien, que hay tomates que no maduran y que eso es la vida. Nos falta ese conocer, esa información.

-La solución no es hacerse vegano.

-No, no tiene porqué. Yo respeto y me parece genial que la gente que no tenga acceso a ciertos productos opte por una dieta vegetariana o vegana. Está claro que cada vez tenemos que comer menos carne, eso no tiene discusión, pero para mí es más interesante hablar de productos de temporada, de nuestra área, de favorecer y ayudar a esos productores que están conservando el territorio y protegiendo la biodiversidad. Eso es muy importante, esos paisajes que tanto nos gustan, esos espacios protegidos, existen por la interacción entre las personas los animales las semillas y no nos debemos olvidar de eso, eso también es cultura entonces. Yo creo que con pequeños pasos se hacen grandes cambios.

-Usted es veterinaria, ¿qué momentos dedica a la escritura?

-Desde 2020, soy autónoma y puedo ser un poco más dueña de mi tiempo, pero la realidad es que sigue siendo después de mi trabajo, cuando se puede porque mi trabajo de veterinaria es lo que siempre pongo por delante.

-¿Escribir poesía es una necesidad, un desahogo?

-Es una pregunta muy interesante. Yo creo que las personas que escribimos no podemos estar sin escribir. Cuando no escribo, me gustaría decir no pasa nada, pero tu cabeza no deja de tener imágenes, ese run run siempre te acompaña. Es una relación bonita, pero complicada, un hilo que no te suelta y cuando estás cansada o no tienes tiempo, duele un poco, te gustaría decir ¡déjame en paz!

Siempre digo que ese acceso a la cultura lo tuve gracias a dos espacios públicos de Córdoba

-Lleva tiempo viviendo en la Sierra de Sevilla, ¿ha roto los lazos con Córdoba?

-No, para nada. Yo soy cordobesa, he nacido y he vivido hasta 2019, es mi ciudad, una ciudad a la que quiero y que me ha dado mucho. Siempre cuento que en Fuego la sed incluyo agradecimientos a la biblioteca provincial porque yo sacaba de allí los libros y me da mucha rabia no poder disfrutarla ahora. Siempre digo que ese acceso a la cultura lo tuve gracias a dos espacios públicos de Córdoba, la Filmoteca de Andalucía y esa biblioteca. Con 19 años, saqué una antología con el título Tigre en la sed y esa idea se me quedó y me ayudó luego a poner título a este libro.

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