La incertidumbre sobre cuál es la política cambiaria del Gobierno nacional y, por lo tanto, cuál es una cotización estable del dólar volvió a apoderarse de la economía local.
El dólar es la moneda regente para la vida de los argentinos; por ende, el clima de dudas alcanza a los negocios actuales y a las proyecciones sobre futuras inversiones que demanda el desarrollo del país.
Las inquietudes sobre qué puede suceder en las próximas semanas, incluso después de las elecciones legislativas del 26 de octubre próximo, fueron generadas a partir de palabras y gestos de las autoridades nacionales, más allá de las turbulencias en los mercados globales.
La virtual “guerra comercial” desatada por el presidente norteamericano Donald Trump, a partir de gravar con aranceles excesivos las importaciones, contribuye a generar un clima inquietante en cuanto al manejo del dinero internacional.
Argentina no está exenta de esos movimientos, más allá de las palabras del ministro de Economía, Luis Caputo, que intenta minimizar ese impacto.
El presidente Javier Milei anunció el 1 de marzo último que ya se había alcanzado un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que acaba de refrendar el Congreso Nacional, con la aprobación del decreto de necesidad y urgencia (DNU).
Esa información, junto a trascendidos y análisis de economistas cercanos al Gobierno, abrió la especulación sobre qué sucederá con la política cambiaria y si se adelantará la eliminación total del cepo para las operaciones con dólares.
Las versiones adjudicaron a Milei una posición favorable a la “libre flotación” o “competencia de monedas”, mientras que el equipo económico sería partidario de una “flotación administrada”, es decir, con intervención del Banco Central para evitar oscilaciones bruscas.
Por su concepción ortodoxa, el FMI es partidario de la libre flotación. Este escenario llevó a que inversores y ahorristas abandonaran sus posiciones en pesos y se trasladaron al dólar, lo que incrementó el valor del blue y de los llamados dólares financieros.
Milei y sus colaboradores quedaron encerrados en las idas y vueltas de sus palabras sobre uno de los pilares de la actual estabilidad macroeconómica.
La mala praxis oficial despertó dudas entre los operadores financieros y en la sociedad, que carga con la mochila de más de seis décadas de una inflación destructiva.
Cualquier movimiento del dólar impacta de forma directa o indirecta en los precios; de allí la atención de los agentes económicos sobre la falta de un mensaje contundente por parte del Gobierno y del Banco Central.
Esta es la asignatura pendiente de las autoridades en la actual coyuntura: la necesidad de exhibir una única posición en torno de las políticas cambiaria y monetaria, para que empresas y familias decidan en función de esa orientación.
Por el contrario, el riesgo es que especuladores y sectores contrarios a la política de reducción del gasto público y de liberalización de la economía actúen para el fracaso del actual proyecto económico.
En esos vaivenes, los sectores vulnerables serán los que sufran en mayor medida los vaivenes en las posiciones oficiales, más allá de los discursos que intentan minimizar las turbulencias del momento actual.