Tras una histórica liga regular, una agónica serie ante los Nuggets, unas dominantes Finales de Conferencia y unas durísimas Finales, los Oklahoma City Thunder lo han logrado.
Los de Mark Daigneault se han proclamado campeones de la NBA al derrotar por 103-91 a los Indiana Pacers y han dado a la franquicia su primer título desde la mudanza de Seattle.
El equipo que en 2022 estaba ganando 24 partidos en temporada regular ha tocado cielo solo tres años después. Con una reconstrucción envidiable que empezó con un número 11 del draft que llegó medio de rebote en un traspaso y que fue paciente para crecer en un ecosistema poco competitivo mientras el resto de piezas llegaban.
Piezas con las que ha podido cerrar el encuentro más importante de su historia en un Game 7 que, incluso si no terminó de ser del todo parejo en su tramo final, requirió un esfuerzo titánico hasta el último minuto.
Un balde de agua fría
El partido empezó vibrante, ofreciendo todo lo que cabía esperar de él. La tensión se palpaba desde el inicio, e incluso las primeras jugadas transmitían la emoción de cualquier otro partido en el clutch. La cosa no podía pintar mejor. Y entonces, llegó el golpe.
Tyrese Haliburton había empezado el choque absolutamente encendido. Sabedor de que en otras ocasiones ha tardado demasiado en entrar en partido, no quiso esperar demasiado para mirar el aro y se mostró agresivo desde el inicio. Y no solo agresivo, sino también acertado. Tres triples en apenas cinco minutos, dos de ellos muy lejanos, invitaban a Indiana a soñar. Hasta que la desgracia se cebó con ellos.
El base, que llegaba tocado y estaba jugando pese a su lesión en la pantorrilla, cayó al suelo en un intento de arrancada en una acción que se pareció demasiado a las que se saldaron con las roturas del Aquiles de Damian Lillard y Jayson Tatum.
Sus lágrimas de dolor y sus golpes de frustración en el parqué silenciaron el Paycom Center y rompieron todo el momentum con el que había arrancado el duelo. El Game 7 acababa para él de la peor manera posible. El baloncesto había decidido ser cruel.
Los Pacers necesitaron un tiempo para reponerse del golpe anímico, pero su reacción fue sorprendentemente eficaz. Habían llegado hasta este punto siendo un equipo, un bloque, y no iban a dejar que una baja, por importante que fuera, quebrara esa identidad. Nembhard asumió galones como manejador, Siakam tomó las riendas de la anotación, y la defensa subió un punto más el nivel de agresividad.
X de ESPN
De hecho, durante muchos tramos de la primera parte fueron los Thunder quienes menos ideas parecían tener en ataque. Quizás los visitantes no pudieran presumir de tanto talento, pero su capacidad para aprovechar los cambios defensivos y buscar a Siakam en el poste les ayudó a generar ventajas y encontrar buenos tiros. OKC, mientras, era Shai, lo que pudiera hacer Shai, y lo que se le ocurriera a Shai. Y sin más ayuda que su propio baloncesto, el MVP no pudo siquiera poner a los suyos por delante al descanso.
La avalancha
Todo partido en el Paycom Center tiene un momento en que los Thunder son un huracán arrasando a su oponente. No es cuestión de si ocurrirá, sino de cuándo. Y sobre todo, de si el rival podrá reponerse. Y esta vez los Pacers no pudieron.
En esta ocasión ocurrió en el tercer cuarto, en el que Shai, que siguió siendo el gran artífice de todo lo que pasaba en ataque, encontró por fin el apoyo necesario. Los triples de sus compañeros empezaron a entrar, el buen movimiento sin balón dio lugar a buenas situaciones cerca del aro, y el base empezó a brillar como anotador y como asistente.
A ello se unió que la ausencia de Haliburton empezó por fin a hacerse notar en el ataque de unos Pacers que se iban quedando sin ideas. T.J. McConnell trató de compensarlo con otra de sus explosiones, pero la agresividad de los Thunder y la falta de creación de Indiana empezó a dar lugar a pérdidas con las que los locales empezaron a anotar con más frecuencia en transición. Y una vez que eso ocurre, son absolutamente incontenibles.
X de NBA
La diferencia se catapultó hasta los 22 puntos en el último cuarto, y ni siquiera unos Pacers que han obrado las remontadas más inimaginables pudieron evitar lo que el Paycom Center ya se atrevía poco a poco a celebrar. No por falta de intentos, pues los de Carlisle siguieron peleando y creyendo hasta el final, pero no había ya manera de evitar que los Thunder se proclamaran campeones. El premio a una increíble temporada se había hecho realidad. Era el momento de celebrar.
El broche de oro
Oklahoma llegó a los playoffs como el gran favorito a llevarse el título, pero las eliminatorias han sido la demostración de que coronarse nunca es fácil. Para la historia quedan aquel Game 4 ganado en Denver cuando estaban contra las cuerdas o su exhibición en el Game 7 para culminar el proceso de maduración forzado que fue aquella serie. También la manera en que Shai salvó los muebles en Indiana en el cuarto partido y los 40 puntos de Jalen Williams en el quinto.
Y por supuesto, lo de hoy. La noche en que por fin alcanzaron la gloria. La noche en que los Thunder pudieron gritar a los cuatro vientos que son campeones y que todos estos meses de sufrimiento, de luchar por cada balón como si fuera el último, de encajar game winners y tener que reponerse, y de absoluto desgaste tanto físico como mental han merecido la pena. Ahora, a celebrar.
Vía nbamaniacs