Carlos Paz hace 10 mil años: el ecosistema perdido del valle serrano

En el año 2005, un grupo de albañiles que trabajaba en una obra del barrio Playas de Oro realizó un hallazgo inesperado: los restos fósiles de un gliptodonte. El caparazón del animal, de más de un metro de diámetro, fue identificado por especialistas y confirmado como perteneciente a un ejemplar de Glyptodon clavipes, uno de los miembros más emblemáticos de la megafauna sudamericana.

Se estima que el ejemplar vivió hace aproximadamente 15.000 años, en plena transición entre la última glaciación y el período climático actual. El fósil es conservado y exhibido en el Museo Arqueológico Numba Charava, donde se convirtió en una de las piezas más representativas del pasado prehistórico de las sierras cordobesas.

Un paisaje muy diferente al actual

Hace 15 milenios, el valle donde hoy se alza Villa Carlos Paz presentaba un ecosistema muy distinto al que conocemos. El clima era más fresco y húmedo, con abundancia de cursos de agua, llanuras de pastizal serrano y bosques abiertos de especies como molle, espinillo, tala y algarrobo.

En este entorno se movían animales de gran porte y adaptaciones extraordinarias. El gliptodonte, cubierto por un caparazón óseo similar al de un armadillo gigante, pastaba en zonas abiertas y ribereñas. Su presencia indica que el ambiente favorecía la existencia de especies de gran tamaño y hábitos herbívoros.

La megafauna del valle: otros gigantes que pudieron haber estado

El gliptodonte no era el único habitante extraordinario de aquella época. Es muy probable que, al igual que en otros sectores de Córdoba y Argentina, convivieran en esta región otras especies de megafauna, como:

Toxodon platensis, un mamífero de cuerpo robusto y dientes adaptados a la vegetación blanda.

Megatherium americanum, un perezoso terrestre gigante que podía erguirse en sus patas traseras para alcanzar las copas de los árboles.

Macrauchenia patachonica, un ungulado de cuello largo, parecido a una mezcla entre camello y llama.

Smilodon populator, el gran felino de colmillos de sable, uno de los depredadores tope del ecosistema.

Estas especies formaban parte de una red ecológica compleja, en la que también participaron los primeros grupos humanos que habitaron la región.

Primeras comunidades humanas

Los pobladores originarios del valle eran grupos nómades de cazadores-recolectores. Dejaron herramientas líticas, raspadores y puntas de proyectil que dan cuenta de su conocimiento del entorno y de sus capacidades técnicas para sobrevivir.

El encuentro entre estos humanos y la megafauna fue inevitable. Hay registros en distintos puntos del país que demuestran la interacción entre ambas especies, y aunque en Villa Carlos Paz aún no se hallaron campamentos humanos tan antiguos, la posibilidad de que hayan compartido el territorio es muy alta.

El valor del Museo Numba Charava

El Museo Numba Charava, ubicado en el Parque Estancia La Quinta, es actualmente el principal custodio del patrimonio paleontológico y arqueológico de la región. Fundado por la familia Ledda, conserva más de 20.000 piezas, entre ellas el caparazón del gliptodonte hallado en 2005.

A través de visitas guiadas, talleres y actividades educativas, el museo promueve la valoración del pasado humano y natural del valle. No solo es una institución científica, sino también un espacio de memoria viva, donde el paisaje ancestral de Carlos Paz encuentra una voz.

¿Podrían aparecer más fósiles?

El hallazgo del gliptodonte fue posible gracias a un trabajo de construcción, pero aún quedan vastas zonas del valle que no han sido exploradas con fines paleontológicos. Sectores rurales, orillas de ríos y áreas poco urbanizadas podrían contener restos fósiles sin descubrir.

Si se impulsaran proyectos de prospección científica o colaboración con universidades y organismos de ciencia, Villa Carlos Paz podría seguir revelando secretos de su pasado prehistórico.

Una ciudad construida sobre la memoria natural

Detrás del paisaje turístico de balnearios y sierras, Carlos Paz guarda una historia de hace miles de años. Donde hoy hay cemento, hubo gliptodontes. Donde ahora corren autos, caminaban perezosos gigantes. Comprender este pasado nos conecta con una dimensión profunda del territorio y nos invita a pensar a largo plazo: sobre nuestra relación con el ambiente, la memoria y el tiempo.

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