Baena revive los juegos infantiles de antaño en una luminosa tarde de convivencia

En una luminosa y templada tarde de verano, la hermandad del Cristo de la Humildad ha devuelto a los niños la magia y el encanto de los juegos con los que crecieron sus mayores. Una cita con los recuerdos infantiles y la inocencia más pura que ha reunido a más de cincuenta niños en torno a la imagen titular de la hermandad, en la iglesia de Santa Marina, antes de trasladarse a la Plaza Palacio para vivir entrañables momentos entre juegos, carreras y risas.

Bajo el impulso de esta iniciativa, los más pequeños han tenido la oportunidad de conocer —y disfrutar— los juegos con los que sus padres y abuelos forjaron amistades y pasaron horas inolvidables en las calles de Baena: el juego del pañuelo, el de la esponja, el tres en raya con botella, el de la cuchara, entre otros tantos que, lejos de pasar de moda, han demostrado una vigencia sorprendente y una capacidad asombrosa para hacer feliz a cualquier niño… sin necesidad de pantallas.

La Plaza Palacio se ha transformado en un improvisado patio de recreo, donde la socialización natural ha sustituido al individualismo digital. Juegos sencillos, sin normas complejas nacidos del ingenio y la creatividad popular, han puesto en valor el legado lúdico de antaño y sus incontestables beneficios: desarrollo psicomotor, trabajo en equipo, agilidad mental, coordinación, respeto a los turnos, gestión emocional y, por encima de todo, convivencia.

Los niños de Baena han disfrutado de una tarde de juegos ‘como los de antes’. / J. C. ROLDÁN

Conexión entre generaciones

Porque si algo ha definido esta tarde ha sido, precisamente, la convivencia. A través del juego, la hermandad ha creado un espacio de conexión entre generaciones, acercando a los más pequeños a su identidad, a su entorno y a sus raíces.

No ha faltado la complicidad de padres y abuelos, muchos de ellos emocionados al ver cómo sus juegos de infancia despertaban la misma alegría en las nuevas generaciones.

Este tipo de encuentros reivindican la calle como lugar de encuentro, como aula abierta, como terreno fértil para sembrar valores. Y lo hacen recordándonos que, a veces, solo hace falta una cuerda, una esponja o una cuchara para devolvernos a lo esencial: jugar, reír, compartir.

Sin duda, una acertada iniciativa de la Hermandad del Cristo de la Humildad, que ha sabido combinar tradición, devoción y pedagogía, y que deja entre los asistentes un deseo, que esta no sea una tarde aislada, sino el inicio de muchas más donde el juego y la memoria vuelvan a encontrarse.

Más Noticias

Noticias
Relacionadas