Retenciones: una propuesta más audaz e interesante

Estoy bastante bien tras los anuncios del presidente Javier Milei el sábado pasado, en la Rural. Resalto lo de bastante porque es un adverbio que en general denota abundancia. Pero según el tono de voz, puede tener una connotación de resignación: “es lo que hay”.

Quienes me siguen semana a semana en este newsletter o en mis editoriales de Clarín Rural, saben que soy de los que siempre quieren ver la copa medio llena. Esta vez no es el caso. A riesgo de parecer mezquino con el Gobierno, que asume un costo político indudable al anunciar la reducción de las retenciones de los principales productos del campo en un 20%, pongo sobre la mesa la oportunidad perdida de hacer algo más audaz e interesante. Sí, vuelvo sobre la idea de un cambio conceptual, que venimos planteando desde hace años: en lugar de una exacción sin anestesia (el “robo” que grita Milei a los cuatro vientos), sustituirlas por una especie de préstamo forzoso. No le la saco, te la pido prestada.

Sé que a los más altos funcionarios de Economía y a los legisladores de LLA la idea no les va. Tampoco la digerían los Melconián o los Dujovne en la era Macri, ni mucho menos los de la era K. Y menos todavía a los del FMI, que apelan sistemáticamente al facilismo de los derechos de exportación. “Te espero en el puerto”. Incapaces de ver la película, se conforman con el cortoplacismo, la foto.

El mecanismo no sería muy diferente al que se implementó tan exitosamente el año pasado, cuando al gobierno flamante le tocó lidiar con la espada de Damocles de las deudas por importaciones. Apareció el BOPREAL y se acomodó lo que parecía imposible. Bajó el riesgo país y dinamizó “bastante” la industria.

“No queremos bonos”, proclamó la mayor parte de la dirigencia ruralista, sin intentar analizar más a fondo la propuesta. Solo plantean la eliminación perentoria de los derechos de exportación. Tienen razón, la producción es su propiedad privada. Pero con una actitud cerril, remedan el “quiero flan” del gordo Casero: se está quemando la casa, pero no pueden prestar oídos a alternativa alguna.

Si, tal como pensamos todos los que tenemos alguna memoria respecto a las respuestas del sector a los estímulos económicos, la quita de retenciones impactará rápidamente en el nivel de la producción. Se sembrará más y con mayor tecnología. Esto va a generar un efecto difusión por toda la economía, generando ingresos fiscales, inversión y empleo (en la Argentina de hoy, sobre cargada de impuestos, en ese orden). Sería la mejor opción, pero en el corto plazo habría complicaciones fiscales.

Por eso la propuesta es compensar las retenciones con BOPREAL. Tendría un efecto de “precio lleno”, aún con retenciones. Esos bonos van a circular por toda la economía, estimulando además la inversión. El mecanismo debería durar el tiempo que media entre la situación actual y la futura, cuando el achicamiento del gasto y el aumento de la recaudación garanticen el equilibrio fiscal.

“¡Más deuda!” me gritó una vez un economista amigo, espantado con la idea. “Sí, el afano no te genera deuda, pero tiene consecuencias peores”, le respondí.

Otros dudan del impacto de una mejora del precio en la oferta futura. Creen que la respuesta del agro es “inelástica”. Cualquiera sea el precio, siembran igual. Pero fíjense lo que está ocurriendo con dos rubros de alto valor agregado, a los que se quitaron los derechos de exportación: porcinos y lácteos. Hay un fenomenal boom de inversiones altamente sofisticadas, con tambos de altísima escala, robotizados o con carrouselles, bajo condiciones de alto confort animal. Pasaron de 20 a casi 40 litros diarios, con valorización energética de los efluentes y devolución de nutrientes al campo.

Lo mismo con cerdos, donde hay nuevos clusters como el de Monte Buey, donde los productores se nuclearon alrededor de un criadero que ya es el más grande del país.

Por eso es una pena que el gobierno no se haya animado a eliminar las retenciones del novillo, lo que hubiera dado un giro definitivo al buen momento del sector y un escape para la colocación del maíz. Que en lugar de salir al mundo en cuatro patas, viaja lastimosamente a los puertos para que otros lo conviertan en proteínas animales.

Pero bueno, lo que dio el Gobierno es “bastante”. Y sirve para marcar una tendencia. Hay que ir por más, y hay maneras.

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