Este próximo sábado 16 de agosto La Trastienda va a estallar con la fiesta folclórica del violinista y cantante Juanjo Abregú, también enfermero del Hospital Rivadavia. Un fenómeno sub-40 que la viene rompiendo no sólo en todo el interior del país sino además -y básicamente- en Capital, donde sus shows se caracterizan por un público joven y entusiasta que suele armar… !un pogo! hecho de chacareras y zambas hasta que las velas no arden.
En un día de semana y a las tres de la tarde la avenida Las Heras luce como un hormiguero enloquecido. Un hervidero de gente que corre colectivos esquivando cráteres abiertos por vaya a saberse cuál empresa de agua o gas. Las ambulancias entran y salen del Hospital Rivadavia sin solución de continuidad, en un concierto de estridentes sirenas que se mezclan con los escapes de las motos y el run-run de una multitud de seres apurados, chocando entre sí. Típico pandemónium urbano.
Juanjo Abregú, su inconfundible figura morruda ataviada con el uniforme celeste de enfermero, brinda un cálido saludo con la mano, desde el fondo de la explanada de un pabellón no identificado, en el hospital. Sonríe siempre. Este tucumano de 37 años hace rato que abandonó la serenidad de su pueblo natal en Tucumán y la cambió por el caos citadino.
Es un personaje encantador que por acá todos conocen, quieren y saludan. Juanjo elige el banco sencillo (como él) de un pasillo interno y solitario del hospital para charlar. Humildad es su segundo nombre.
-Vos naciste en Tucumán, pero sé que tus ancestros son de Santiago del Estero.
-Sí, la familia viene de Santiago. Mis abuelos eran peones golondrinas que llegaron a Tucumán. Ahí nacieron mis viejos y después nací yo en San Miguel de Tucumán. En la localidad de Las Talitas. Y a mis tres años mis viejos vinieron a Buenos Aires buscando un futuro mejor para mí. La realidad que tenían ellos en Tucumán era bastante complicada, muy dura. Llegamos y justo embocaron el primer trabajo, acá en el Hospital Rivadavia.
-¿Que trabajos hacían ellos?
-Empezaron en la limpieza. Después mi mamá tuvo la oportunidad de pasar a la cocina y mi viejo fue camillero. Hoy en día él sigue siendo camillero, y sigue trabajando acá mismo.
-¿Y tu mamá?
-Mi mamá ya no está. Ella murió en el 2021, tenía fibrosis pulmonar. Y bueno, estuvo cinco años con esa enfermedad hasta que en el 2021 justo cuando fue también el pico de la pandemia, se empezó a complicar y falleció.
Una vida de hospital y de folclore
-¿Qué recuerdos tenes de chico acá, qué hacías?
-Durante todos esos años que ella estuvo trabajando yo estuve viniendo a este hospital Todos los días, porque estudiaba por acá cerca también, así que este hospital es como mi segundo hogar, mi segunda casa. Porque fue desde muy chico que lo transité, que lo caminé, andaba arriba de los carros de la cocina, andaba con mi viejo también en las camillas, todo.
-¿Y cómo te llega a vos el folclore?
-En mi casa se escuchaba mucho folclore, los Manseros Santiagueños, Los Carabajal, Sixto Palavecino y Los Chalchaleros. A mi viejo le gusta todo el folclore. Le pedís que toque algo del sur y te toca. O algo algo de Salta, y toca. Tiene una amplitud muy grande
-¿Tocaron juntos alguna vez?
-Cuando yo arranqué como solista, Juan Carlos, mi papá, fue el primero que me acompañó. Después llegaron otros músicos y empezamos a formar una banda ya con más responsabilidad, con más seriedad. Y la gente nos empezó a brindar su apoyo. Pero todo arrancó cuando yo tenía quince años. Por seguir a unos amigos del barrio fuimos a un ballet que enseñaba folclore. La cosa fue ir a aprender a bailar.
-¿Y ahí dijiste “esto es lo mio”?
-Más vale, me iba a peñas, empecé a tener contacto con el escenario, el sonido, los músicos. Después, obviamente, con las guitarreadas y ya después de bailar me agarró la curiosidad de participar de otra manera, ¿no? Y bueno, pedí una guitarra. Un médico de acá del hospital le dio un dinero a mi papá para que me compre una guitarra de regalo. Y empecé a aprender los primeros acordes.
-Pero ¿cómo? ¿Tu papá no te prestaba su guitarra?
-No, porque no tenía, aprendió después a tocar la guitarra. Cuando me vio a mí, él agarró la guitarra también. Y después fue a la iglesia, y le enseñaron ahí.
-¿Y el violín, ¿cómo aparece?
-Ah bueno, un día pedí un regalo de cumpleaños, un violín. Porque había escuchado a Peteco Carbajal, a Sixto Palavecino y me atrapó mucho el sonido ese del monte, ¿no? Que tiene mucho sentimiento.
-Claro, porque el violín santiagueño tiene ese encanto de la sacha (el monte), ¿no?
-Sí, esa cosa dulce, no sé cómo explicarlo, pero cuando lo escuché fue magia, porque dije: «Yo quiero tocar así, quiero expresar eso.» Y bueno, empecé.
La autenticidad, al palo
Juanjo no se destaca tal vez por su voz. No es un Raly Barrionuevo. Tampoco es un gran virtuoso del violin, en el sentido que podría serlo Néstor Garnica. Ni componiendo quizás lo comparen jamás con el Cuchi Leguizamón. Pero tiene un magnetismo y un ángel que atrapan desde el primer minuto. Lo auténtico se le sale por los poros.
«¡Tremendo lo que toca Garnica! Las veces que lo he visto tocar tanto a él como a su hija Malena, los veo y digo, ¿cómo hacen? Yo tengo que nacer de nuevo para tocar así», exclama Abregú.
-Hace poco tuviste tu primera gira fuera del país…
Uff… un mes atrás, tuve la oportunidad de ir a España porque se organizaba El Festival de La Luna Tucumana en Barcelona. Estuvo muy hermoso. Fueron doce días en los que hubo siete shows y recorrimos muchas localidades. Estuvimos por Valencia, Alicante, Girona, Tarragona, Madrid. Para mí fue una experiencia muy fuerte, primera vez que salía del país. A todos lados donde iba me hablaban de Tucumán, de las empanadas.
-Juanjo, y saliendo del folclore, ¿qué cosas te gustan? ¿te gusta el cine, el deporte?
-Mi sueño siempre fue ser actor. En la secundaria estudié tres años con profesores del Teatro Cervantes y mi sueño siempre fue actuar. Y creo que ahí también se despertó un poco para mí eso de pisar un escenario, de actuar.
-¿Y en cuanto a otros músicos?
-Me gusta mucho Carlos Vives. Y rock nacional también escucho. Divididos, por ejemplo A Mollo lo he cruzado varias veces y es una increíble persona. Hemos compartido en Villa de Merlo, San Luis, un festival donde compartimos la noche, no he tocado con ellos, pero bueno, el hecho de estar sentado así charlando y hablar con una persona tan importante, me impactó Y después escucho de todo, trato de ser como mi viejo.
-¿Te gusta el fútbol? ¿Cuál es tu equipo?
-Claro, sí, me encanta el fútbol. En mi infancia fui de Atlético Tucumán, por mi papá. Pero lo que me ganó el corazón fue Boca Juniors. Mis viejos cuando llegaron de Tucumán un día se subieron a un colectivo en Retiro y dijeron, «Vamos para donde nos lleve.» Y fue para La Boca. Estaban jugando Boca-Deportivo Español y fueron a la tribuna de Deportivo Español. Boca ganó ese partido y yo grabé todo lo que pasaba en la tribuna enfrente. Así que de ahí creo que se me despertó el fanatismo por Boca.
La sensibilidad de un músico y un enfermero
En este nuevo e imparable tsunami del folclore que está invadiendo Buenos Aires y sus alrededores (del que este diario dio buena cuenta con distintas notas, en su momento) hay muchos grupos y solistas que se vienen comiendo la cancha. Ni hablar del interior, donde la fuerza de nuestra música tradicional nunca decayó. Desde La Sele Vera hasta nombres menos conocidos pero esenciales como Los Chaza o Los Tordos. En ese mapa, Abregú es un distinto absoluto. Para empezar siempre sale al escenario vestido de enfermero. Una profesión que lo llena de orgullo.
-¿Vos sentís que trabajar en el hospital te desarrolló más la sensibilidad, al ver los problemas y el dolor de la gente?¿Lo volcás de alguna manera en tu música?
-Bueno, estuve muchos años acá, pero cuando empecé a trabajar como enfermero, empecé a conocer la otra cara del hospital. Porque una cosa es recorrerlo caminando como un chico y otra cosa es siendo enfermero. Al principio me afectaba mucho, porque hay historias muy fuertes, muy tristes. En este hospital se viven etapas de las personas que son bastante complicadas. Entonces, al principio me afectó mucho, pero con el correr del tiempo fui comprendiendo un poco más. Esto que es la vida misma, ¿no?.
-Me imagino que no fue fácil.
-A mí me pasó cuando estuve con lo de mi vieja. Estar al lado del familiar de un paciente que se muere es durísimo. Con el tiempo fui no haciéndome duro ni frío, pero sí tengo por ahí esa lucidez de pensar todo más calmo. Y en la pandemia fue muy duro el hecho de que no se podía dejar ingresar a los familiares. Entonces, los pacientes estaban solos y muchas veces lo único que tenían los pacientes éramos nosotros, los enfermeros. Y fue muy estresante.
-¿Cómo se llamaba tu mamá?
-Selva, Selva Navarro.
-¿Y ella pudo verte orillando lo que era un poquitito la popularidad?
-Sí, me pudo ver por la tele. Por las redes sociales se enteraba mucho. En el último tiempo ya no me podía acompañar, porque ella antes me acompañaba siempre, pero bueno. No me pudo ver ni en Jesús María ni en Cosquín. Me acuerdo que hubo un show que con su silla de ruedas pudo estar adelante de todo, así que me pudo ver en vivo.
-Todos sabemos que la música es sanadora. ¿Alguna vez se te ocurrió traer el violín y tocarle a la gente que está acá internada?
-He tocado acá en el hospital en jornadas científicas que se hacían en el hall de entrada o en las fiestas de enfermería. Pero en las salas de los pacientes no he venido a tocar, todavía. Mucha gente cuando terminamos los shows se acerca y me abraza y muchos lloran, me dicen, “gracias por lo que hacés, por tu energía”. Otros me dicen «estaba muy mal y necesitaba venir a verte en vivo, porque me das esa euforia, salgo contento de acá y me cambia el día». Y todo eso es muy lindo.
-Vos como músico tenes una ventaja, porque si estás tocando en vivo y alguien se desmaya le haces RCP…
-!Me pasó!
-!No! ¿Y qué hiciste?
-Es que yo estaba tocando, arriba del escenario y alguien se desmayó ahí adelante. Fueron instantáneamente a socorrer esa situación, así que no hizo falta que bajara yo. Pero me ha pasado de tocar en algunos lugares muy llenos de gente y siempre hay algún desmayo. Mis músicos me dicen, «Anda, Juan.» Y yo digo, «Espera, espera, ya fueron. Ya lo están atendiendo». Pero obvio que si hace falta, voy
-¿Qué nos espera el 16 en el show que vas a dar?
-Se va a vivir una fiesta que la vengo haciendo desde hace cinco años por motivo de mi cumpleaños, que en realidad es en junio. Se pone lindo.
-Vos no sos un músico académico, sos intuitivo ¿De dónde te sale la música? ¿De dónde sentís que viene?
-No sé, sale de adentro. Eso es algo que no se puede explicar. Mi viejo dice que a mi bisabuela le gustaba mucho el folclore, las peñas y eso. Y hacía fiestas en su casa. así que capaz que viene de ahí, ¿no?.
-¿Sufriste el bullying alguna vez?
-Que yo recuerde en la primaria no, en la secundaria tampoco y bueno, quizás hoy en día que por ahí uno está más expuesto en las redes sociales, he recibido algunos que otros comentarios así como queriendo hacerme eso, pero yo directamente lo ignoro. Y no me afecta, porque evidentemente no es mi problema, es el problema de la otra persona.
-Habiendo venido tan chico a vivir a Buenos Aires, supongo que no extrañás tanto a Tucumán, ¿o si?
-Sí, se extraña, se extraña. Se extrañaba más cuando era chico. Ahora por el tema de andar tocando los veranos, un poco menos. Hace un año que no voy para Tucumán, pero todos los años voy y cuando era chico iba más todavía y en la época de carnavales con mis primos. Está toda la familia allá, somos muchos. Todos los recuerdos están ahí. Y si bien me crié acá, mis primeros amigos fueron mis primos allá en Tucumán.
-Vos sos un tipo muy simpático, te he visto en el escenario, tocás muy lindo, cantás muy lindo. ¿tenes novia?
-No, no tengo novia oficial, pero claro, se me acercan muchas personas y gracias a Dios con mucho cariño. He tenido relaciones, pero no, ninguna “actividad oficial”. No sé si es por falta de tiempo o por estar enfocado en otras cosas.
-Pero las chicas se te pegan.
-Sí, obviamente. Ahora estoy con treinta y siete años, así que mucho no me queda. !Tengo que apurarme!, jajaja.
-¿Sos consciente de que si en algún momento sos muy famoso vas a tener que dejar el hospital?
-No, no me veo dejando el hospital todavía porque bueno, no sé… (baja la vista hacia el piso). Sé que hoy en día, gracias a los medios se me conoce un poco más.. Yo trato de estar siempre con los pies en la tierra y dejar que la vida vaya dictando lo que me tenga preparado. Dios dirá, que sea lo que tenga que ser.