El próximo sábado 23 de agosto a las 19,30 horas, el espacio TOTEM (Cárcano 92) abrirá sus puertas para albergar la presentación de la reedición del libro de poemas «La Quirca» de Aldo Parfeniuk. Se trata de un poemario que el año que viene cumpliría 50 años desde su primera edición y que cuenta con una tapa ilustrada por Edgardo Tántera.
«En primer lugar, es una buena excusa para juntarme con vecinos y queridos amigos de la palabra, las artes visuales y la música, en la trastienda cultural de TOTEM, la casa de ese generoso artista amigo que fue el Ale Odaso. Es el primer libro que firmé con mi apellido, ya que anteriormente, en el año 1969, había publicado ´Tres voces serranas´, en compañía de José Canevari y Enrique Romero Cortéz (Kelito), pero con el seudónimo de Daniel Arjona, con el cual también firmé algunas composiciones folklóricas. Este libro se hizo totalmente en Carlos Paz y la tapa fue ilustrada por Edgardo Tántera, con quien siempre andábamos llevando a cabo encuentros y emprendimientos culturales, artísticos, o sobre historia»; destacó el autor.
«No hace mucho, mi amigo Martín Avalos, de La Granja, que es maestro de escuela, poeta, músico y editor (entusiasma seguidor de mi modesta obra) me propuso publicar en AYNI -su original y comprometido emprendimiento editorial- este poemario dedicado a mis hijas Sabina y Ana Belén. El título viene de quirquincho. La palabra es un regionalismo que usábamos los amigos de aquella época que andábamos por las sierras altas del poniente de Carlos Paz, o por Traslasierra. Esos poemas tienen mucho que ver con nuestras salidas y aventuras de pesca, andanzas y reuniones con amigos; también encuentros de poetas y artistas…Y tiene que ver con el conocimiento –y reconocimiento- de la gente paisana, tan importante, a pesar de lo poco tenida en cuenta, con la historia y el crecimiento de Carlos Paz y los restantes poblados de Punilla y las regiones turísticas: familias enteras de la montaña y del monte, que no solo fueron mano de obra de comerciantes y emprendedores, o personal de servicios turísticos. A esa gente, generalmente olvidada a la hora de señalar a los protagonistas de nuestra historia y nuestra identidad serrana, le dedico algunos poemas de este libro»; agregó Parfeniuk.
El libro se publicó por primera vez en el año del golpe de la Junta Militar y representa, por la mayoría de sus poemas, un pensamiento de compromiso social que no resultó fácil en medio de un contexto de violencia. «No fue sencillo. La Quirca también es una metáfora: encerrarse en el caparazón que cada uno tuviera frente a lo que se estaba viviendo; en muchos casos había que guardarse bajo tierra, hasta que aclare… Quienes no estábamos involucrados en hechos violentos pero teníamos ideas de izquierda o simplemente democráticas (y por diferentes razones no podíamos irnos del país) sobrellevamos la situación como pudimos. Yo acababa de formar familia y tenía hijas pequeñas. Personalmente, siempre tuve buenas relaciones con todo el mundo, como el resto de los integrantes del grupo con el que le dábamos algo de vida cultural a un pueblo en el que nos conocíamos todos. Mi caso era algo más complicado porque, además de mis ideas políticas, integraba la Comisión Directiva de la SADE Córdoba y el vicepresidente, por ejemplo, era Carlos Tagle Achával, que venía de ser ministro de Cultura de Obregón Cano. Yo coordinaba un Taller literario que me lo cerraron a punta de bayoneta. A la gente de la cultura, en general, nos marcaban de cerca, en los lugares de reuniones y actividades como “El Girasol” (actual cuartel de bomberos) y algún otro. Además, justo en el 1976 ingresé a la carrera de filosofía: más indigerible no podía ser. Además este pequeño libro contenía peligrosos “poemas sociales” como se decía entonces, y para los militares todo ese combo era “subversivo”. Por supuesto en el libro -como ocurre con toda mi poesía- está muy presente la naturaleza y los paisajes que nos rodean y que es el lugar en el que me crié y transcurre mi vida»; reflexionó.
Consultado sobre los poemas que componen la obra, sostuvo: «El poema inicial del libro es “Pena del ceramiquero”, y está dedicado a un gran trabajador y artista de la cerámica negra: Tolo López, de Traslasierra.
Entonces… el misterio no es la tierra y la arcilla,
y dioses rutinarios retornan al trabajo de aquel: el adorado.
Perdidos en el medio de rocosas montañas
perduran en la práctica del milenario oficio
modelando pacientes, en lentos amasijos.
(En diarias ceremonias de amor y de silencio inanimados seres nacen del alfarero.) …
Y suben por el barro antropomorfos rasgos de breves figulinas;
moldeadas tiernamente,
quemadas al calor de fogatas de guano,
pulidas a fricción de elegidos guijarros.
-Este fin de semana los curiosos turistas comprarán por monedas tus frágiles vasijas.
Se llevarán tus platos, tus flores, tus cabritas
que tendrán por destino la repisa de un living
o de algún escritorio
y falsos entendidos hablarán del estilo, y del procedimiento,
y del valor estético de tu barro cocido.
Y tu ser sencillo se reirá de ello…
No obstante…
y como si esas figuras fueran tus propios hijos,
te alegrará el saberlas en hogares felices, en las grandes ciudades
en un mundo que nunca pudo ser para los tuyos,
en tanto que tus manos seguirán trajinando en su oscuro designio de ser barro
dudando,
entre ser arma… o ser trabajo.”