La doma en Pedroche: el arte de adiestrar caballos para paseo, competición o para manejar el ganado

La doma vaquera es un arte que combina las aptitudes y la capacidad de aprendizaje del caballo con las destrezas y elevadas dosis de paciencia del jinete y, cuando todo ello confluye, el resultado es un animal adiestrado para el paseo, para competir o para ser esencial en el manejo del ganado bravo.

Juan Rafael Nevado es un joven de 23 años que gestiona desde hace cinco años su propio picadero en Pedroche, donde adiestra actualmente una veintena de caballos, la mayoría de ellos de clientes. Amante de esos animales desde pequeño, ha asegurado a Efeagro que su labor es domarlos partiendo desde cero pero también resuelve problemas de comportamiento entre caballo y jinete.

Es una labor ardua, llena de paciencia y en la que «es imposible» dar un tiempo medio estimado sobre cuánto tardará en domar: «Hay caballos que en 15 días no hacen nada y otros que sí», ha remarcado. En esa fase de educación es fundamental que el animal «respete», que sepa «quién lleva el control», que «no le tenga miedo al jinete» y premiarlo «cuando hace algo bien» para profundizar en su aprendizaje.

El primer contacto

Discurridos los primeros días tras las primeras tomas de contacto entre el adiestrador y el animal, es recomendable que el dueño del caballo acuda periódicamente al picadero y que incluso se monte en él para avanzar en la confianza mutua.

Las tarifas de doma varían desde los 250 a los 350 euros al mes dependiendo de si incluye o no el mantenimiento de la res, según ha aclarado.

El fin último es que el jinete pueda disfrutar de su caballo para dar paseos, para llevarlos a competiciones deportivas o también para que le ayude en el manejo ganadero, pero el éxito no está siempre asegurado. De hecho, hay veces en las que Nevado tiene claro que las posibilidades de entendimiento entre el caballo y su jinete son escasas; en ese caso, es partidario de ser sincero e informar al cliente de que «su caballo no sirve para él».

Uno de sus clientes fue Miguel Ángel Cabrera, aficionado al mundo ecuestre desde pequeño; quien tenía claro que quería tener su caballo propio para hacer rutas por el campo cuando fuese mayor de edad. Acudió a Juan Rafael, su «maestro», porque confiaba en su conocimiento sobre el mundo de los caballos.

Ese conocimiento, unido a la magia de la doma y de las aptitudes de Sartén, como así se llama su caballo, permitieron que este animal entrase sin domar en el picadero pero saliese -unos dos años después- no sólo listo para dar paseos sino apto para competiciones deportivas de doma vaquera y obteniendo trofeos.

Cabrera aconseja a los aficionados o a los que estén comenzando en este mundo de la hípica que opten por un profesional para su doma porque se notará en el resultado final; y, para los que los tengan ya domados, que acudan al experto en caso de que «noten algo raro».

Con experiencia

Carlos Domecq es otro joven, en este caso jerezano, que desde pequeño y por saga familiar vive unido y «enamorado» del mundo del toro bravo y del caballo. De hecho, no duda al decir que forman parte de su vida y de sus raíces, según ha indicado a Efeagro.

Domecq, que preside además el grupo de Jóvenes de la Real Unión de Criadores Toro de Lidia (Ructl), cuenta por lo tanto con una amplia experiencia domando caballos y manejando ganado bravo y tiene clara la importancia de un buen adiestramiento para conseguir que se conviertan en esenciales a la hora de faenar con el toro de lidia en el campo.

No obstante, no todos los caballos sirven porque se requiere «valentía, corazón», ciertas facultades y heredar cualidades genéticas para ser un buen ejemplar que sepa manejar al toro bravo. Desde que son potros, según ha detallado, toman contacto con el ganado vacuno porque muchas veces comparten espacio a campo abierto.

Una de las primeras labores en las que el caballo comienza su manejo con el toro es repasar el ganado, lo cual requiere una observación «tranquila, sin presión» y a cierta distancia. Progresivamente, los caballos se introducen en tareas más complejas como traslado de reses, embarques o destetes; estas dos últimas, por ejemplo, requieren de un nivel de doma elevado.

En definitiva, la doma ecuestre es mucho más que enseñar al caballo para dar un paseo por el campo porque, de un buen adiestramiento, depende que ese animal pueda competir a nivel deportivo y, por qué no, conseguir numerosos trofeos o que sea el mejor «ganadero» a la hora de manejar con precisión al toro bravo.

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