Vence deuda por $8 billones y Caputo no quiere dejar ni un peso «suelto»: se recalienta la puja con los bancos

La actitud de Luis Caputo ante el mercado financiero se parece cada vez más a la de los  jugadores de fútbol que, cuando faltan pocas fechas para el final del campeonato, declaran que «a partir de ahora son todas finales». Y este martes, el ministro se juega un partido de $8 billones ante un nuevo vencimiento de deuda.

En otras circunstancias, la licitación para renovar de deuda del Tesoro no pasaría de una situación rutinaria que solo interesaría a los bancos y operadores del mercado. Pero en este momento, en cambio, es un tema políticamente sensible.

El clima previo a esa licitación ya se enrareció por la híper volatilidad de las tasas de interés de las últimas semanas y, sobre todo, por la demostración de Caputo en el sentido de que si los bancos no quieren aceptar la oferta del gobierno «por las buenas», entonces serán forzados a entregar sus pesos de todas formas.

El antecedente más cercano ocurrió hace una semana cuando, al fracasar en su intento de «rollear» $14,9 billones, tomó una medida extrema: subir 10 puntos los encajes bancarios y llamar a una licitación de emergencia para que las entidades compraran títulos con los cuales cumplir esa nueva normativa. El resultado: se logró absorber $3,8 billones de los $5,8 billones que habían quedado «sueltos» en la licitación anterior.

Esa medida fue en sí misma un mensaje político para el sistema bancario, las empresas y el público en general: el gobierno está dispuesto a hacer todo lo que sea necesario con tal de evitar que haya pesos sobrantes que puedan presionar a la cotización del dólar.

¿Cuánto está dispuesto a pagar Luis Caputo?

Es por eso que la mayor duda del mercado en este momento es hasta dónde estará dispuesto Caputo a llevar la tasa de interés en el próximo vencimiento. Hace un mes y medio, el mercado se mostraba escandalizado por el hecho de que Caputo hubiera convalidado tasas de 47% anualizado. Pero esa cifra quedó pequeña cuando, dos semanas más tarde, se pagó 65% por las letras capitalizables y luego, en la licitación de agosto, cuando llegó a 69,2%.

Lo llamativo, además, era que en cada licitación, pese a la mayor tasa ofrecida, los bancos renovaban un menor porcentaje de vencimientos.

A juzgar por esos antecedentes, podría pensarse que se está en la antesala de una nueva suba de tasa para el vencimiento de esta semana. Sin embargo, «pasaron cosas» que podrían cambiar la ecuación: los pesos que no entraron voluntariamente y que tuvieron que comprar «de prepo» los nuevos títulos, ya no obtuvieron la misma tasa, sino una más baja, de 64% efectiva -compuesta por la Tamar de ese momento más un premio de 1%-.

Esto, por un lado, implica que los bancos saben que si el porcentaje de «rolleo» no es alto -de al menos 90%-, el gobierno encontrará la forma de que ellos tengan que resignar la liquidez de todas formas, y a una tasa menos atractiva.

Aunque, por otra parte, el panorama de estos días está más volátil. Por caso, en apenas una semana la tasa Tamar saltó a 77,4% efectiva anual. Y la tasa implícita del mercado de futuros del dólar también está subiendo aceleradamente, reflejando una expectativa de devaluación post electoral: en los contratos de noviembre hay gente que ya está pagando para cubrirse de un tipo de cambio por encima del techo de la banda de flotación.

Preparando el terreno de la tasa

Es decir, por un lado, la actitud agresiva de Caputo para con los bancos podría inducir a que la tasa de la próxima licitación fuera más baja. Pero, por otra parte, la realidad del mercado está empujando hacia arriba el premio por quedarse en pesos.

Hay, además, otro hecho que aporta confusión: en las últimas ruedas se ha visto compras por grandes volúmenes en el mercado secundario de bonos, donde un jugador que todos presumen es el propio gobierno pagó precios muy por encima del que se venía transando. Esto trae el efecto de una suba en el precio del bono, lo cual equivale a una baja en la tasa de interés.

Por caso, una Lecap con vencimiento a noviembre fue transada el viernes pasado por una tasa efectiva mensual de 3,8%, cuando instrumentos similares pagaban 4,2%. Expresado en términos anualizados, el «comprador misterioso que aparece al cierre de la rueda» aceptó un premio de 56,4% cuando podía haber obtenido un 64%.

Los analistas interpretan estas situaciones como un posible mensaje del gobierno sobre su disposición a bajar la tasa ante el próximo vencimiento de $8 billones.

En todo caso, lo cierto es que ya nadie se muestra persuadido sobre el mantra oficialista de que «la tasa es endógena».

Así lo describe el último reporte de la consultora SBS: «El esquema monetario y de tasas de interés en pesos sigue siendo altamente discrecional y basado, creemos, en la dinámica del tipo de cambio como principal variable monitoreada por el gobierno». Y agrega que las intervenciones de los últimos días han sido tanto para acotar la baja de tasas -que presionaría al dólar- como la suba a niveles muy elevados.

Qué harán los bancos

Del otro lado del mostrador, no se percibe entusiasmo por renovar deuda en la próxima licitación, pero tampoco hay voluntad de chocar contra el gobierno y exponerse a un costo financiero adicional.

Así lo sintetiza un ejecutivo de una de las tres mayores entidades privadas: «Sigue habiendo bancos que tienen que buscar fondos al cierre del día. La situación de liquidez y su manejo técnico usual, está muy lejos de ser ‘normal’. Pero bueno, todos sabemos que lo que no entre por las buenas, habrá que llevarlo por las ‘no tan buenas’».

Es por eso que la sensación generalizada es que el porcentaje de renovación debería ser alto. Todos admiten que Caputo no tolerará otro «rolleo» de 60%, lo cual supondría una inyección de liquidez de $3,2 billones, justo en un momento en el que la prioridad absoluta del gobierno es secar la plaza.

En el programa de streaming del Gordo Dan, donde el equipo económico da su versión sobre la situación del programa económico, Caputo defendió su política y rechazó las críticas sobre el desarme de las LEFIs, el evento a partir del cual se produjo la disparada de las tasas.

Para el ministro, es preferible convivir con la volatilidad antes que «en un país en el que vencían 16 billones de pesos todos los días, lo cual era una situación mucho más frágil».

En ese marco de incertidumbre hasta las elecciones, lo máximo que el gobierno está dispuesto a flexibilizar son algunos detalles en su normativa monetaria que llevó al actual «torniquete monetario». Por caso, se habilitó la vuelta de pases y se negocia una revisión en la forma de contabilizar los encajes.

El miedo al ruido político

Aun cuando los bancos se quejan por la falta de liquidez, en el equipo económico existe la convicción de que el ruido político pre-electoral hace que todo excedente monetario termine inevitablemente en maniobras especulativas y no en el crédito productivo.

Es decir, ya no considera que una licitación sin «rollover» sea un síntoma de la remonetización por crecimiento de la economía. El presidente del Banco Central, Santiago Bausili, fue quien dio la explicación en el programa de streaming oficialista. Dijo que en momentos de tensión política, la demanda de liquidez no responde a una necesidad genuina de inversión o transacciones sino al deseo de cobertura.

Hasta ahora, a nadie le ha quedado claro cuál es el indicador o herramienta técnica que permite diferenciar cuándo hay un aumento genuino en la demanda de dinero o cuándo hay un ánimo especulativo. Lo cierto es que el gobierno dio un giro radical en su visión del famoso «Punto Anker».

Ese giro, que ya es visible desde hace varias semanas, se intensificó en los últimos días con la ofensiva opositora en el Congreso, que dejó la incertidumbre sobre si sigue siendo cumplible el objetivo de un superávit fiscal primario de 1,6% del PBI para fin de año.

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