Cuáles son las obras de teatro más vistas y cómo se transformaron los hábitos del público frente a la crisis

Durante el último año, la crisis perjudicó en tanto nivel de vida y por consiguiente reconfiguró la participación en los consumos culturales, lo que incluye a las artes escénicas. Según los datos de AADET en 2024 se produjo un descenso del 12% de público a las salas comerciales y también cayó el indicador de asistentes promedio por función de 308 a 255.

Según el estudio realizado por Fundación Alternativa y Enfoque Consumos Culturales, los encuestados redujeron gastos en diversos rubros, entre los que se mencionan principalmente las salidas gastronómicas y la indumentaria, seguidas de las salidas culturales. Solo el 4% no realizó ningún tipo de ajuste de gastos en los últimos 12 meses.

El 75% disminuyó sus gastos en salidas y consumos culturales en el último año por razones económicas. El ajuste es superior en las personas de nivel socioeconómico bajo y medio, aunque en el sector alto un 64% los recortó. Un segmento importante intenta sostener los gastos culturales. Para el 42% tienen prioridad aún en el contexto económico presente. Por el contrario, un 18% no los considera prioritarios.

En este marco, cuando se observa el cuadro de las diez obras más vistas del circuito comercial, parece no haber crisis por cuanto encabezan “Rocky”, con una entrada promedio de 54.858 pesos (van de $70.000 a $30.000 y agotan), seguida por “La cena de los tontos”, con entrada promedio de 40.678 47.987 y en tercer lugar se ubica “Salud, Moldavsky y Amor” con ticket promedio de 47.987. Esto demuestra que sigue habiendo demanda para un puñado de obras teatrales elegidas y que el público se polariza entre estos hitos y deja butacas vacías en las 400 obras restantes que ofrece la abultada cartelera porteña.

No debe olvidarse la opción de adquirir entradas para todas las obras a mitad de precio en Tickets Buenos Aires, en Diagonal y 9 de julio, donde hay que asistir a principio de semana para encontrar la obra buscada.

Según el mismo estudio, el 27% evalúa su situación actual de forma negativa (mala o muy mala) mientras que el 28% la considera positiva (buena o muy buena). Los mayores niveles de malestar se registran entre menores de 49 años, con énfasis en el rango de 18 a 29 años y crecen a medida que baja el nivel socioeconómico. Eso confirma que el público teatral fuerte supera los 50 años.

En este contexto es insoslayable la concurrencia a salas alternativas con entradas a mitad de precio en la comparativa con las comerciales (promedian los $20.000) y teatros oficiales, con tickets desde los $10.200.

El 73% percibe un empeoramiento de su situación económica en el último año. La sensación de deterioro es transversal a todos los niveles socioeconómicos y grupos etarios, aunque algo mayor entre personas de 30 a 49 años y de sectores medio y bajo.

La reducción de la frecuencia de asistencia al cine y a recitales es mencionada por la mitad de los encuestados, mientras que dos de cada diez abandonaron estas prácticas. La disminución y la renuncia son mayores entre personas de nivel socioeconómico medio y bajo, mientras que la posibilidad de mantener las prácticas es superior en el nivel alto. La participación en museos revela una mayor estabilidad, dado su valor económico bajo. De modo que el boom de estadios agotados por conciertos tanto locales como internacionales queda validado por la anterior afirmación: el público con alto poder adquisitivo puede seguir pagando entradas a recitales y teatro.

Siguiendo con los más vistos en teatro, en cuarto lugar se ubica “El jefe del jefe”, con Diego Peretti, luego “Una navidad de mierda”, con Verónica Llinás y en sexto lugar “Cuestión de género” con Moria Casán y Jorge Marrale. Esas figuras populares que tienen tradición televisiva (al igual que Nico Vázquez, no así Moldavsky) afirman la cartelera teatral y alimentan la teoría de Carlos Rottemberg: la ficción en TV crea un vínculo y círculo virtuoso entre el público y sus estrellas a quienes quieren ver en teatro. De seguir sin ficciones en la pantalla chica peligra la comunión que todavía se sigue generando.

Pero cabe tener en cuenta el nuevo fenómeno, ya no de actores sino de influencers o streamers que desembarcan en teatro: esas figuras jóvenes como Nanutria o Mati Spano entre tantos otros, agotan y llevan público joven a las salas, en tanto los canales de streaming como Luzu TV están produciendo algunas obras de teatro como “En mitad de tanto fuego”, dirigida por Alejandro Tantanian en Dumont 4040.

El 95% asistió a salas de artes escénicas en el último año. El 60% lo hizo con una frecuencia intensiva (una vez al mes o más). Además, 78% son públicos experimentados, es decir, con más de diez años de antigüedad de concurrencia a salas. Solo el 6% interrumpió la práctica en el último año.

Hay un 11% que aumentó la frecuencia de asistencia a salas de artes escénicas en el último año, con una inclinación mayor en el rango de 18 a 29 años. Ese incremento se explica principalmente por un mayor conocimiento de la oferta o por haber comenzado talleres de artes escénicas o conocido personas con quien asistir.

El 62% disminuyó su frecuencia de asistencia, porcentaje que aumenta a medida que baja el nivel socioeconómico. La caída es superior también entre quienes evalúan su situación económica actual en forma negativa y entre personas que perciben que sus condiciones empeoraron en el último año. No obstante, la mitad de los públicos de nivel alto limitó la frecuencia. La disminución se justifica principalmente por el costo de las entradas y la necesidad de priorizar otros gastos.

Para cerrar el ránking de los diez más vistos, en séptimo lugar se ubicó “Quién es quién”, con Solita Silveyra y Beto Brandoni, en octavo puesto “Chanta”, con Rada Aristarán, novena fue “Empieza con D, siete letras”, de Juan José Campanella y cierra “La función que sale mal”, con Diego Reinhold, entre otros.

Frente a este panorama, una parte importante de los públicos desplegó diversas estrategias para sostener la participación o amortiguar la disminución: uso de descuentos (87%), reducción de salidas gastronómicas asociadas a la actividad teatral (77%), preferencia por salas independientes (73%) o estatales (64%) por el menor costo del ticket respecto de las comerciales, profundización en la búsqueda de información sobre la obra antes de adquirir la entrada (65%) y opción por obras gratuitas o a la gorra (59%). Sin dudas, ese esfuerzo por no desconectarse del hecho artístico es, en sí mismo, un indicador de valor y merece ser acompañado y potenciado.

La crisis actual puede ser una oportunidad para revisar modelos de producción: pensar colectivamente circuitos más diversos, entradas más accesibles, propuestas en territorios periféricos o no centralizados, dispositivos de mediación cultural y políticas que garanticen no solo la creación artística sino también el derecho a participar de ella.

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