Diez años del naufragio del niño sirio Aylan Kurdi: una muerte que lo sacudió todo para no cambiar nada

La imagen cruzó el mundo: un gendarme turco, en la playa y vestido de rojo, toma notas en lo que parece ser una libreta. A sus pies, mal recostado y con media cara hundida en la arena, yace el cuerpo de un niño: zapatillas, pantalón corto azul, camiseta roja y el oleaje del mar, constante, golpeándole en la cabeza, cuyo color de piel se ha palidecido ante el frío del mar.

El niño, de tres años, murió esa misma madrugada, el 2 de setiembre de 2015, y se llamaba Aylan Kurdi. Era el pequeño de una familia kurda de cuatro, de Kobane, que huyendo de la guerra civil en el país árabe y de los combates contra un naciente Estado Islámico (EI), habían llegado a la costa de Bodrum, Turquía, para desembarcar en Kos, Grecia

La lancha en el que viajaban, poco después de empezar su marcha, se deshizo. Solo sobrevivió el padre, y la imagen del pequeño Aylan sirvió para remover conciencias, para que Europa buscase una fórmula para parar el reguero de llegadas y muerte —un millón de refugiados sirios, 1.200 muertos en el mar— que ocurrió durante 2014 y 2015. 

Esa fórmula llegó en marzo de 2016, y a través de ella Europa se comprometió a pagar 6.000 millones de euros a Turquía a cambio de que el país anatolio parase el flujo de refugiados. Funcionó, aunque a medias: desde entonces, desde la muerte de Aylan Kurdi, las llegadas bajaron, pero al menos 2.242 personas han muerto o han desaparecido cruzando desde Turquía a Grecia, que ya no es, en la actualidad, la ruta preferida de refugiados y migrantes para llegar al viejo continente. Las mas usadas, ahora, son las que conectan África con las Islas Canarias o la que lleva de Libia al sur de Italia. En ellas, desde 2015, han muerto más de 20.000 personas

Esto no significa, sin embargo, que las llegadas a Grecia hayan terminado: este 2025, 29.000 personas han cruzado desde Turquía al país heleno. 125 personas murieron el año pasado intentándolo, según datos de Naciones Unidas

“Mis hijos eran los niños más bonitos del mundo. Me levantaban cada mañana, para que jugásemos. Ahora se han ido… Quiero que el mundo se dé cuenta. Viví un desastre inmenso. No quiero que más gente lo sufra también”, dijo pocos días tras la muerte de Aylan, Abdullah Kurdi, que abandonó la ruta tras la tragedia y volvió a Kobane. 

Diferencia de las llegadas

Las personas que ahora usan la ruta del Egeo, sin embargo, son muy distintas a las de antes. En su apogeo, en 2015, la gran mayoría de los que se aventuraban a este mar eran sirios, que buscaban huir de la guerra civil, el avance del EI y, sobre todo, los bombardeos y ataques indiscriminados del entonces presidente sirio, Bashar al Asad y sus aliados, Rusia e Irán

Ahora, 2025, Asad se encuentra fugado en Moscú, la guerra siria ha terminado —a pesar de la violencia sectaria esporádica en el país árabe— y las salidas de refugiados sirios hacia el extranjero se han frenado en seco. 

Este 2025, el mayor número de migrantes divididos por nacionalidad que cruza el Egeo son afganos, seguidos de egipcios, sudaneses, eritreos y somalís. Y estos son los contabilizados, los que llegan: desde hace años, Grecia ha convertido en política fronteriza las devoluciones en caliente y violencia contra refugiados y migrantes, que muchas veces son robados de sus pertenencias y empujados, a la deriva, de vuelta hacia Turquía. Grecia siempre ha negado estos casos, a pesar de la enorme cantidad de pruebas, casos y documentación contra Atenas.

“La migración es un reto recurrente, no una crisis pasajera. Cambia, se intensifica o se rebaja, pero nunca desaparece. Los traficantes se adaptan, y ahora han empezado a operar desde Libia hacia nuestro país”, declaró, hace un mes, el primer ministro griego, el conservador Kyriakos Mitsotakis, que aseguró que Grecia está bloqueando una nueva ruta migratoria que lleva del país magrebí a la isla helena de Creta

“Nuestro mensaje es firme: Grecia no permitirá ninguna entrada ilegal hacia nuestro país o hacia Europa. Como hicimos en Evros, haremos todo lo necesario para pararlo”, continuó Mitsotakis, en referencia a una pequeña crisis de refugiados en 2021 en la frontera terrestre con Turquía. 

En la región de Evros fue donde el ejecutivo del primer ministro griego empujó con su política de devoluciones en caliente, y policías griegos llegaron incluso a detener, secuestrar, robar y deportar a solicitantes de asilo y residentes legales en Grecia en dirección a Turquía. La muerte de Aylan Kurdi, hace diez años este martes, sacudió todo para no cambiar nada. 

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