Ganará ‘La voz de Hind’ el León de Oro?

La buena noticia acerca de la 82ª edición de la Mostra de Venecia es que entre las aspirantes al León de Oro apenas ha habido películas terribles; la mala, eso sí, es que tampoco las ha habido realmente magníficas. A pocas horas de que se haga público el palmarés consensuado por el jurado que este año preside el diredctor Alexander Payne, la mayoría de las quinielas de la crítica especializada coinciden en que la favorita para llevarse el triunfo es ‘La voz de Hind’, de la tunecina Kaouther Ben Hania, que se sitúa entre el documental y la ficción para recrear el asesinato de una niña palestina a manos de los soldados israelíes en enero de 2024, y que se ha convertido en la película de la que todo el mundo habla no tanto por sus méritos artísticos como por su poder devastador; las mismas previsiones dan por hecho que títulos como ‘No Other Voice’, de Park Chan-wook, ‘A pie de obra’, de Valérie Donzelli, y ‘The Testament of Ann Lee’, de Mona Fastvold, tienen también muchas posibilidades de entrar en el reparto de premios. En un mundo justo, eso sí, ninguna de las películas a concurso presentadas hoy debería hacerlo.

La cineasta húngara Ildikó Enyedi llevaba 18 años sin rodar largometrajes cuando obtuvo el Oso de Oro de la Berlinale -de forma discutible- gracias a ‘En cuerpo y alma’ (2017), y es evidente que el reconocimiento dio fuelle a unas ambiciones artísticas que, visto lo visto, tal vez estén por encima de sus posibilidades. Tanto su trabajo inmediatamente posterior, ‘La historia de mi mujer’ (2021), como el que hoy a presentado a concurso en la Mostra de Venecia, ‘Silent Friend’, son obras tan excesivas en su duración que parecen asumir que el espectador no tiene nada más que hacer que permanecer frente a ellas, y que en todo momento se dan unos aires de importancia que nunca llegan a justificar.

La nueva película cuenta tres historias que giran alrededor de una universidad alemana: en la ambientada durante el confinamiento que provocó la COVID-19, un neurocientífico que explora la mente de los bebés emprende un experimento con un árbol; en la que transcurre en 1972, un joven estudiante establece una conexión especial con un geranio; y en la situada en 1908, la primera mujer en cursar estudios en el centro descubre a través de la fotografía pautas de comportamiento del universo vegetal.

Puede que tal descripción se baste para dejar claro que ninguno de esos tres relatos es especialmente interesante, y eso es algo que ni el empeño de Enyedi en mezclarlos ni las filigranas visuales de las que trufa la película logran disimular. En todo caso, decimos, ‘Slient Friend’ derrocha ínfulas mientras farfulla sobre el misterioso poder de la naturaleza y nuestra conexión ineludible con la hojarasca. Y, teniendo eso en cuenta, quizá tenga sentido que sentarse frente a sus dos horas y media de metraje sea tan excitante como pasar el doble de ese tiempo contemplando una planta mientras hace la fotosíntesis.

Tampoco las dos últimas aspirantes al León de Oro de este año en ver la luz demuestran merecer un lugar en el palmárés ni justifican su presencia en la competición por el premio. Melodrama sobre una mujer y un hombre inevitablemente unidos por una tragedia del pasado, la china ‘The Sun Rises On Us All’ se las arregla para incluir en su metraje enfermedades terminales, atropellos, penas de prisión injustas, intentos de suicidio, amenazas de muerte, abortos, violaciones y asesinatos, y entretanto no atesora posibilidad alguna de galardón a menos que los miembros del jurado se saquen de la manga un premio a la película más gratuitamente sádica del festival.

La italiana ‘Una película hecha para bien’, por su parte, tiene hechuras de testamento cinematográfico. Mezclando el lenguaje de la ficción, el de los ‘making off’ y el de los documentales tanto reales como falsos, el director Franco Maresco hace un autocomplaciente repaso a su carrera, que empezó en el ámbito de la sátira televisiva salvaje, le granjeó reputación de blasfemo a través de sus películas a dúo con Daniele Ciprì -en una de ellas, ‘El tío de Brooklyn’ (1995), aparece un hombre sodomizando a un asno- y en todo momento ha sacado provecho de la explotación a los friquis, los idiotas y los tarados. El retrato resultante es el de un tipo ni por asomo tan talentoso como él mismo cree, devastado por el presente y su corrección política, y aparentemente incapaz de entender que dedicar toda una película a vanagloriarte de tu propia carrera, aunque a ratos te rías de ti mismo, es puro narcisismo.

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