El mítico recinto de Los Califas ha vibrado este viernes con cada nota de Antoñito Molina. Desde su salida al escenario, el gaditano se adueñó del espacio y del corazón del público, que no tardó en responder con aplausos, cantos y una energía contagiosa que llenó cada rincón del recinto. Más allá de la música, la noche tuvo un aire de celebración colectiva. Los asistentes, entre los que había un amplio rango de edades, no dejaron de disfrutar, cantar, bailar, reír, llorar y sentir en todo el transcurso del concierto.
Aunque aún se sentían los últimos coletazos del calor del verano, una brisa suave recorría de vez en cuando la plaza, acompañando la música y permitiendo que la noche se respirara y se sintiera al cien por cien. La entrega del público no era exageración: antes de que apareciera nadie en el escenario, el recinto ya rugía, con cánticos de «Antoñito, oe» y palmas que anticipaban la intensidad de la noche.
Se apagaron las luces y primero apareció la banda, músicos de alto nivel que acompañaron con maestría cada canción, elevando la calidad del directo. Y «coge cuatro cosas que nos vamos», irrumpió Antoñito vestido de rojo interpretando La Aventura como una premonición de la magia que estaba por llegar. Desde los primeros compases, confetis y fuegos iluminaron la plaza, marcando un inicio a lo grande.
Temas como Me prometo o Y te voy a querer fueron recibidos como himnos, con la gente coreando cada verso y ovacionando al artista tras cada final. Pero esto también fue así incluso con los temas menos conocidos o que menos han sonado en las radios y diferentes plataformas, claro ejemplo y testimonio del poder que tiene Antoñito para conectar con su gente y hacer llegar sus letras al público.
Emoción y entrega
Cuando llegó Suéltate el pelo, la noche cambió de ritmo. El de Cádiz, que dedica esta canción a su madre, emocionó al público. Fue un instante de emoción y cercanía que convirtió la canción en mucho más que un tema: fue un abrazo colectivo entre artista y público.
Entre canción y canción Antoñito se mostró agradecido con el público cordobés: «Empecé a venir a Córdoba hace años con 60 o 70 personas y hoy hemos logrado esto… gracias, Córdoba», dijo emocionado, dejando claro el vínculo especial que tiene con la ciudad.
A medida que la noche avanzaba, el ritmo no bajaba. Antoñito seguía recorriendo sus éxitos, alternando momentos de euforia con otros más íntimos, manteniendo siempre esa cercanía que lo distingue. Y cuando las luces volvieron a encenderse, quedaba en el aire la sensación de haber compartido algo único: un concierto donde Córdoba cantó, vibró y se emocionó junto a Antoñito Molina. Entre aplausos, vítores y sonrisas, el público se despidió llevando consigo el recuerdo de una noche intensa, cercana y cálida, en la que la música no solo llenó el escenario, sino que dejó «huellas bonitas», como bien dice el recién estrenado single del gaditano.