Una denuncia que sacude al deporte argentino.
El deporte, históricamente terreno de hombres, ha sido también escenario de violencias silenciadas hacia mujeres y niñas. En un acto de valentía, María Eugenia Bosco, medallista olímpica en los Juegos de París 2024, decidió alzar la voz y denunciar a su exentrenador, Leandro Tulia, por abuso sexual ocurrido cuando ella tenía apenas 12 años.
La denuncia, presentada en octubre de 2024 ante la Unidad Fiscal Especializada en violencia de género de Vicente López, detalla cómo Tulia, entonces entrenador en el Yacht Club Olivos, aprovechaba su posición de poder para manipular y abusar de jóvenes promesas de la vela. Según Bosco, Tulia utilizaba un sistema de “premios y privilegios” a cambio de favores que incluían tocamientos indebidos.
Una denuncia que destapa un patrón de violencia
El caso de Bosco no es aislado. Tras su denuncia, al menos cinco mujeres más se presentaron ante la fiscalía para relatar situaciones similares de abuso por parte de Tulia. Estos testimonios configuran un patrón de conducta sistemática que evidencia la impunidad con la que el entrenador operaba en un ámbito que debería haber sido seguro para niñas y adolescentes.
La fiscal Lida Osores Soler, a cargo de la investigación, ha confirmado la incorporación de estas nuevas denuncias y la recolección de más testimonios. Sin embargo, el proceso judicial enfrenta los habituales obstáculos: un sistema que a menudo pone en duda a las víctimas, la falta de celeridad en las investigaciones y la resistencia de instituciones deportivas que priorizan su imagen por sobre la verdad.
La respuesta institucional: ¿neutralidad o complicidad?
El Yacht Club Olivos, epicentro de los abusos denunciados, adoptó una postura de “neutralidad”, afirmando que colaborará con la Justicia pero sin emitir opiniones sobre los hechos. Esta actitud ha sido duramente criticada por la comunidad deportiva y movimientos feministas, que señalan cómo la “neutralidad” muchas veces se traduce en silencio cómplice.
En contraste, la Federación Argentina de Yachting expresó su apoyo a las víctimas y se comprometió a brindar contención durante el proceso judicial. Sin embargo, estas acciones deben ir acompañadas de políticas concretas que garanticen espacios seguros y libres de violencia en el deporte.
Eugenia Bosco: una voz para miles de mujeres silenciadas
A sus 27 años, Eugenia Bosco no solo es una de las regatistas más destacadas del país, sino también una referente en la lucha contra la violencia de género en el deporte. Su denuncia es un acto de valentía que pone en evidencia un problema estructural y llama a cuestionar las dinámicas de poder que perpetúan la impunidad.
“Este no es solo mi caso, es el caso de muchas mujeres que no pudieron hablar antes”, expresó Bosco en declaraciones recientes. Sus palabras resuenan como un grito colectivo en un sistema que ha callado a tantas.
El deporte argentino y la deuda con las mujeres
El caso Bosco desnuda la necesidad urgente de implementar protocolos efectivos de prevención y abordaje de la violencia de género en las instituciones deportivas. Es imprescindible garantizar espacios seguros, formación en perspectiva de género para entrenadores y dirigentes, y mecanismos reales de contención para las víctimas.
El feminismo ha demostrado que la denuncia pública es una herramienta poderosa para romper el silencio y exigir justicia. Pero la verdadera transformación requiere un compromiso estructural que despatriarcalice el deporte y priorice los derechos de las mujeres y niñas por encima de cualquier lógica de poder o lucro.
Eugenia Bosco ha dado un paso fundamental para visibilizar una realidad dolorosa pero urgente. Su denuncia no solo busca justicia para ella, sino que abre la puerta para que otras mujeres encuentren el valor y las herramientas para alzar la voz. En un mundo deportivo que todavía necesita derribar muchas barreras, su historia es un recordatorio de que el cambio es posible.