Milei y Villarruel deben serenar la discordia

No se advierte por ahora un cambio en la relación distante que mantienen el presidente Javier Milei y la vicepresidenta Victoria Villarruel. Un vínculo pleno de contrariedades y de pujas por cartel que nada tienen que ver con la voluntad de los argentinos que los votaron como fórmula presidencial en las distintas etapas del calendario electoral nacional 2023, que coronó el triunfo de la Libertad Avanza en el balotaje celebrado el 19 de noviembre de aquel año.

No se trata de un tema institucional menor. Por el contrario, las frecuentes controversias entre el jefe del Estado y la presidenta del Senado de la Nación generan una sensación de inestabilidad y de desorden en el Gobierno.

Es oportuno remitirse a otras convivencias crispadas entre los presidentes y sus vices desde el retorno a la democracia en 1983. Pero de ningún modo esos conflictos pueden ser tomados como modelo en el contexto de una gestión respetable.

Allí están las crónicas que recrean los cortocircuitos entre el presidente Alberto Fernández y Cristina Kirchner (2019-2023). Sin omitir, claro está, la fórmula del “no positivo” entre Cristina Fernández y Julio Cobos (2007- 2011). De igual modo, sobre esa suerte de fiasco que resultó la alianza entre el radical Fernando de la Rúa y el frepasista Carlos “Chacho” Álvarez (1999-2001).

Pero, vale insistir, no son conductas tolerables en el ejercicio del poder, además de marchar a contramano de lo que ameritó y eligió la gente.

Lo nocivo es que Milei y Villarruel ventilan en público sus avatares, ya sea por cuestiones salariales o por asuntos relevantes de competencia internacional.

“Cobro dos chirolas”, se quejó Villarruel días atrás sobre su salario como vicepresidenta y titular del Senado. Y afirmó que un vocero gana más que ella, en un indisimulable tiro por elevación al portavoz de la Casa Rosada, Manuel Adorni.

Milei reaccionó de inmediato y sin cuidar las formas acusó a la vicepresidenta de tener actitudes que no están en línea con lo que los argentinos votaron. Y calificó lo de las “dos chirolas” como una frase muy desafortunada, para aguijonear luego con que “la casta” desconoce la realidad.

En resumen, Milei vinculó a la vicepresidenta con lo que él dice detestar: la casta y la vieja política, aunque no ha hecho demasiado para combatirla y erradicarla. Antes bien, se excedió en sobreactuaciones.

Con todo, las contradicciones constantes que se interponen entre Milei y Villarruel son contraproducentes en vías de encarrilar una situación económica y social compleja que afecta a millones de argentinos. La mayoría de la población piensa en cómo llegará a mitad de mes con lo que cobra, y para nada ayuda que se profundicen las desinteligencias en la cima del poder nacional.

Si hay proyectos personales en vista (a tan sólo un año de haber asumido la fórmula libertaria), sería saludable para el país no llevarlos a la confrontación pública, como si se trata de una contienda electoral.

La gente espera que le solucionen los problemas.

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