Esta vez, los fríos se adelantaron y, como sucede en los países que tienen las cuatro estaciones, hay que guardar la ropa de verano y desempolvar la de invierno. Algo así le pasó al Gobierno, que se encontró con los fríos antes de lo esperado. Y entonces, mientras las temperaturas arreciaban y cambiaba el vestidor, logró arroparse justo a tiempo para protegerse. El apuro, eso sí, implicó gastos no previstos. Y eso es imperdonable para quien dice que “no tiene plata”.
La metáfora doméstica sirve para ilustrar qué sucedió estos días con el mercado energético, en un mayo en el que el termómetro marcó alrededor de 10° menos que los registros de esta fecha del año pasado. Por caso, el domingo marcó una temperatura promedio de 7,5°, con mínimas de 4,5° y máximas de 11°, frente a 18° de la misma semana de 2023, según datos oficiales.
Detrás de este frío, el mercado energético se conmovió y las reacciones de todos los actores no tardaron en hacerse notar. El esquema quedó al límite, pero, con unos pocos grados más en las últimas horas, la cuestión pasó del rojo al anaranjado.
La radiografía detrás de las heladas sirve para entender los próximos pasos del Gobierno, que acaba de publicar un decreto que pretende reescribir el sistema actual de subsidios y sincerar las tarifas en un plazo. En una palabra, intentará pasar de un esquema generalizado a otro en el que se deje de compensar a la oferta (los generadores) para entregar el beneficio al usuario.
En el fondo, se trata de que los usuarios paguen el costo real de la energía, más allá de que la política decida compensar a los sectores vulnerables. Y, de paso, desincentivar el consumo en sectores que no tienen ninguna restricción.
En el Gobierno saben perfectamente el impacto de semejante medida y decidieron establecer un esquema de transición durante seis meses, con la posibilidad de otro semestre más para implementar el plan más ambicioso en materia energética de los últimos años. Pero, conocedores de las urgencias presupuestarias cuando la demandan se desmadra, no dudaron en apurar los tiempos al punto de que el decreto publicado fue firmado por el presidente Javier Milei poco antes de subir al avión y partir a Estados Unidos, donde estos días tendrá una agenda con el cenit de los empresarios tecnológicos globales.
Cuando llega el frío se encienden los calefactores y las calderas, y cuando la llama abandono el piloto, la demanda domiciliaria se dispara. De acuerdo con los datos del Ente Nacional de Regulación del Gas (Enargas), los usuarios particulares (demanda prioritaria) llegaron a consumir 77,6 millones de metros cúbicos diarios de gas. Solo para comparar, hace un año, en esta misma semana se consumían alrededor de 42 millones.
Semejante curva provocó que se vuelva a enchufar el barco que regasifica gas en Escobar unos días antes de lo previsto originariamente. Aquí un punto: ya no está instalado en el muelle el histórico puerto que realizaba una operación similar en Bahía Blanca.
La decisión de que suelte amarras aquel barco que llegó en 2008 por tres meses y se quedó prácticamente 15 años es la consecuencia directa de la mayor inyección producto de la entrada en servicio del Gasoducto Néstor Kirchner, una obra que seguramente se rebautizará también, al igual que el Centro Cultural.
Con los calefactores encendidos, se prendieron, además, todas las alarmas presupuestarias. De apuro se sumaron 10 barcos más de gas natural licuado a los 20 que se habían comprado. Y de hecho, el que se conectó en Escobar es de la tanda de emergencia. A diario, entrega 10 millones de metros cúbicos diarios, pese a que ese sistema tiene capacidad para inyectar entre 15 y 17 millones por día. El punto es que se racionalizó al máximo todo el consumo de gas, incluso la inyección del regasificador.
Ahora bien, qué pasó con los otros grandes consumidores de gas. Todos recibieron menos gas que el año pasado en estos días de frío. La industria es un caso particular. El Gobierno decidió cortar el suministro de los contratos industriales que tienen la categoría de “interrumpibles”. Se trata de una provisión que descuenta del precio la posibilidad de que, ante una necesidad puntual, como en este caso el frío, se corte el suministro. El precio, claro, es más barato que el contrato “firme”. Este fin de semana se bajó esa palanca.
Por estas horas, el consumo industrial está en 25,4 millones de metros cúbicos frente a un registro de alrededor de 35 millones de la misma semana del año pasado, lo que representa una caída de 27% menos que el mismo período de 2023. Ahora bien, este desplome no sólo es producto de esa decisión de cortar los contratos “interrumpibles”, sino de la profunda caída de la actividad industrial que se da en los últimos trimestres.
Pero la gran decisión que se tomó es bajar las cantidades de gas disponibles que se llevan las generadoras. De hecho, siempre según datos oficiales, el consumo de estos días de mayo reportaron, en promedio, un requerimiento de 23,4 millones de metros cúbicos frente a 41,8 millones que se necesitaron para que los quemadores de las usinas termoeléctricas generen energía, es decir 44% menos. ¿Cómo es posible que en momentos en los que la red también se tensiona por el uso de la electricidad para calefacción se use menos gas? Por una simple razón: el Gobierno entrega enormes cantidades de gasoil o fuel oil para reemplazar el combustible.
El combo de sucesos, a los que se suman la caída de la provisión de gas desde Bolivia y la baja en la entrega de electricidad desde Brasil producto de las inundaciones en el sur de ese país, así como obras inconclusas para duplicar el transporte en el gasoducto Néstor Kirchner, generaron una enorme tensión en la cuidada billetera fiscal que administra el ministro de Economía, Luis Caputo, pero que vigila como a nada el Presidente. De hecho, la compra de apuro de algunos cargamentos de combustible líquido llevaron a desembolsar alrededor de 500 millones de dólares que no estaban previstos. Este cheque millonario se anota en la cuenta de “subsidios a la energía”, uno de los renglones más resaltados de los que conforman el ajuste fiscal.
Así las cosas, salió el decreto 465, publicado hoy y firmado al pie del avión por el Jefe de Estado. Es una herramienta que el Gobierno considera necesaria para que no se dispare la demanda. El corazón del problema está en lo que los usuarios pagan respecto del valor de la generación. Por caso hay tres categorías: N1, N2 y N3. Los primeros aporta
La idea del Gobierno, además de manejar la demanda de gas, es desalentar el consumo y bajar, indirectamente, la cuenta de subsidios. Para ilustrar, el mercado tiene tres tipos de usuarios: N1, N2 y N3.
Los primeros pagan alrededor de 65% de la tarifa de generación de electricidad, mientras que los otros entre el 5 y el 7%. Para el caso del gas, los N1 aportan el 51% del valor de inyección, y los N2 y N3, entre el 14 y el 20%. Además, a estos últimos, se les aplica un tope que establece que no se puede aumentar la tarifa por encima de un porcentaje del coeficiente de variación salarial (CVS)
“No hay plata”, dijo Milei en diciembre. Y desde ese momento, los funcionarios atentos a la energía se pusieron a trabajar en la baja del subsidio. Hoy se dio un paso importante: dejar abierta la posibilidad de cambiar todo el esquema actual. Si los planes oficiales tiene éxito, en un año, hará un solo precio, para todos. Y será tema de la política pública establecer a quienes se les entrega el beneficio, sea por los ingresos o por la necesidad climática de tener una tarifa especial.