Ucrania y los vaivenes argentinos

En un vuelco tan insólito como inesperado en la política exterior argentina, el gobierno del presidente Javier Milei decidió abstenerse en la votación de una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas que exigía a Rusia retirar sus tropas de Ucrania de manera inmediata y sin condiciones.

La resolución, que fue aprobada por la Asamblea General del cuerpo con 93 votos a favor, 18 en contra (entre ellos, los de Estados Unidos, Rusia, Nicaragua y Nigeria) y 65 que se abstuvieron (la Argentina, junto a Cuba, China, Brasil, Paraguay y Argelia, entre otros), buscaba reafirmar el apoyo internacional a la soberanía e integridad territorial de Ucrania, a tres años del comienzo de la invasión rusa.

El giro de 180 grados resulta contradictorio con las declaraciones previas del Presidente, quien, en diversas ocasiones, había expresado un firme respaldo al pueblo ucraniano y había condenado la invasión rusa. Basta recordar el lugar preponderante que Milei le dio a Volodimir Zelensky el día de la asunción presidencial, abrazándolo en las escalinatas del Congreso.

No menos importante fue la reunión entre Milei y Zelensky el 22 de enero pasado, como parte del Foro Económico de Davos, cuando le ratificó su apoyo. O la distinción pública del presidente ucraniano a su par argentino al otorgarle la Orden de la Libertad en reconocimiento al respaldo del gobierno nacional a Ucrania.

La nueva posición argentina obedece al alineamiento del presidente Milei con la política que lleva sobre la guerra en Ucrania lleva adelante Donald Trump, quien no solo sugiere que los ucranianos fueron los culpables de la invasión rusa por no aceptar ceder territorios, sino que también calificó de “dictador sin elecciones” a Zelensky. Si bien es cierto que su mandato presidencial venció durante la invasión, según las normas constitucionales ucranianas se habilitó automáticamente una prórroga habida cuenta de la situación bélica que atraviesa el país.

Fuentes de la Cancillería explicaron que la abstención apuntó a terminar con la guerra, intención que le adjudican a Trump. “Había que elegir entre quedar bien y promover la paz. Elegimos lo segundo”, expresaron, intentando justificar la polémica abstención argentina.

El estricto alineamiento argentino también supone, entre otras cuestiones, nuestra conformidad con la propuesta de Estados Unidos de negociar directamente con Rusia, ignorando a Ucrania y a Europa. Contempla además que los ucranianos tengan que ceder a Rusia el territorio perdido desde la invasión de Crimea en 2014 y que la incorporación de Ucrania a la OTAN sea un sueño imposible. La integridad territorial ucraniana no debería ser moneda de cambio para que Estados Unidos se reconcilie con Rusia.

Alcanzar una paz justa y duradera no puede basarse en recompensar al agresor, sino que debe necesariamente involucrar la participación del país agredido, Ucrania, y de los europeos que ven inevitablemente afectada su seguridad, inmersos en una crítica situación que jaquea a la región.

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