Superado el impacto inicial, la ausencia de Lionel Messi en los dos clásicos más picantes de unas Eliminatorias que afortunadamente Argentina transita sin despeinarse implica un desafiante reto para Lionel Scaloni: explorar con mayor puntillosidad que hasta ahora los posibles escenarios que se le plantearán a la Selección en un futuro que está a la vuelta de la esquina y que el entrenador viene sopesando con criterio desde que se evaporaron las burbujas de Qatar.
Porque aunque cause escozor de solo imaginarlo, todos intenten bloquear los pensamientos al respecto y suene antipático el solo hecho de plantearlo, llegó el momento de empezar a asumirlo: la cuenta regresiva del Diez empezó.
Cuidadoso en público pero realista en privado, el DT maneja entre sus proyecciones que en el contexto más favorable, el de una cuarta estrella que le agregaría un final aún más épico al cuento de ensueño, al jugador que marcó esta porción de la historia del fútbol le quedan a lo sumo 11 partidos oficiales con la celeste y blanca, los cuatro que restan de las Eliminatorias y otros siete en el Mundial 2026. Y si bien con mucho tacto el deté fue moviendo hilos en consecuencia y dio indicios alentadores, acaso esta pequeña lesión en el aductor del GOAT le permita optimizar todavía más la circunstancia y positivar lo negativo de su ausencia.
Por la exigencia que presuponen, Uruguay en el Centenario y Brasil en el Monumental tal vez sean las opciones más productivas para que el técnico de la Selección evalúe todas las atmósferas posibles en el arduo trabajo que conlleva el intento de llenar el vacío más difícil que un DT de la Selección haya tenido que cubrir en los últimos 30 años.
Los 180 minutos que se vienen, al cabo, serán desperdiciados si se malgastan en lamentos. Aprovecharlos a tope para profundizar la observación de nombres, sistemas, personalidades, comportamientos y sensaciones en medio de una situación que nadie desea, pero que será inevitable, contribuirá sin dudas en la compleja tarea de aminorar sus efectos.