Sánchez y Feijóo no salen de las trincheras

Madrid es estos días una zanja gigante. Está la ciudad levantada por todos los puntos cardinales y hasta han cerrado media línea 6 de metro, que encima es la circular. Vallas, calles cortadas, atascos pese al estío, enfados. Se diría que es el escenario perfecto para acoger a los políticos que tenemos. Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez han vuelto a demostrar en los balances de fin de curso que no quieren salir de su propia zanja, una trinchera que cada vez es más profunda. Enfrentados a todas horas y por todos los motivos. Zambullidos en una confrontación en la que los dos parecen hasta disfrutar.

Llevamos ya años así ocho años, desde la moción de censura con la que cayó el PP. Lo vimos con la pandemia y también la dana de Valencia. Ninguna de las dos tragedias supuso un punto de inflexión para mejorar la comunicación. Ninguno de los dos grandes partidos dan importancia a que este nulo entendimiento es el mejor caldo de cultivo para la antipolítica y la desafección. Es un terreno fértil para discursos extremos. Se ve en los datos: la vivienda es la principal preocupación de los españoles y solo el 7% de los jóvenes creen que las propuestas del Ejecutivo y la oposición pueden tener un impacto positivo para resolver ese problema. El estudio lo realizó la plataforma Talento para el Futuro entre mil personas de 18 a 30 años. Cómo aprovecha la ultraderecha de Vox esta desafección merecería otros Apuntes políticos enteros.

El presidente del Gobierno, en un momento de flaqueza, admitió el 12 de junio, día que estalló el ‘caso Cerdán’, que no iba a convocar elecciones generales porque las perdería. ¿Cabe mayor reconocimiento de la propia debilidad? Este lunes, en el balance del curso político, dibujó una España de luz y de color que cuadra con algunos datos macroeconómicos, pero no con los tíquets de la pescadería o de la frutería ni con los datos de paro juvenil y la falta de viviendas sociales. Como si con un brochazo pudiera ocultar las grietas del sistema. Repite mantras sobre la solidez económica mientras la pobreza infantil alcanza cotas insoportables para la cuarta economía del euro. Un presidente que ha prorrogado dos veces ya los Presupuestos de 2023 debería ser más apocado. El problema no es solo que Carles Puigdemont no quiera respaldar unas nuevas Cuentas. Los antiguos socios de Podemos tampoco están por la labor. Y pese a todo Sánchez sugirió el lunes que, aunque no los saque, quiere seguir hasta 2027, cuarto y último año de la legislatura. Los periodistas le preguntaron cómo va a hacerlo, con ese «vértigo» constante en el Congreso de los Diputados, pero tiró balones fuera.

El presidente del Gobierno podrá reflexionar estos días de vacaciones si aguantar a cualquier precio beneficia algo a un PSOE que perdió casi todo el poder territorial en las autonómicas de 2023, un partido que tiene hechas jirones dos banderas claves hasta ahora, la del feminismo y la de la lucha contra la corrupción. Y, en ambos casos, por culpa en gran parte de personas cercanas a Sánchez en diferentes momentos de su vida política: el excolaborador Koldo García, el exministro José Luis Ábalos y el exsecretario en la ejecutiva socialista Francisco Salazar.

“Este Gobierno no merece el apoyo del PP porque todas las prioridades del Gobierno pasan por buscar acuerdos con los partidos separatistas o con los partidos de la izquierda radical del país”, dijo Feijóo el jueves en el balance que realizó en la sede del partido cuando se le preguntó si el curso próximo se pueden reconstruir los puentes con el Ejecutivo. El ‘no a todo’ del líder del PP le ha llevado este curso a rechazar en el Congreso leyes con las que estaba de acuerdo casi en su totalidad. La más llamativa fue la ley del suelo, una norma que sus propios alcaldes reclamaban para evitar que cualquier defecto de forma implique la anulación total de un plan general de ordenación urbana. El principal partido de la oposición también ha votado en contra de un decreto con medidas para evitar nuevos apagones ante el que las eléctricas llegaron a reclamarle públicamente que no fuera “cortoplacista” y cómo olvidar el esperpéntico capítulo de principios de año cuando los populares votaron en contra de la subida de las pensiones, una posición que corrigieron pocos días después. 

El ‘no a todo’, que es la posición que mantiene Vox desde su nacimiento, le está funcionando a Feijóo en las encuestas que, pese a la experiencia del 2023, algunos intrépidos en Génova siguen mencionando como si fueran oráculos. El líder del PP dibuja una España negra y se olvida de sus propios elefantes en la habitación: aclarar si meterá ministros de Vox en ese Gobierno que dice tener al alcance de la mano y hablar del último caso de corrupción conocido de la ‘era Rajoy’, el que afecta al exministro de Hacienda Cristóbal Montoro. De ninguno de los dos temas se le preguntó en la rueda de prensa que dio el jueves, donde solo hubo cinco turnos de palabra. Se piensan que nos torean a nosotros, pero de quien se mofan es de la ciudadanía, que se queda sin optar a una función básica de los medios de comunicación: controlar al poder sea del color que sea.

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