Pedri y Lamine llevan al Barça a un triunfo increíble

Venía la semana cargada por aquello de que Lamine Yamal no sea el santo Job, y que la paciencia en su furioso amanecer como estrella multidisciplinar no sea lo suyo. Y Lamine, que es humano, al menos todavía, perdió dos balones que desembocaron en dos goles del Levante. En el primero, Iván Romero ajustició tras fintar a Cubarsí; en el segundo, un penalti por mano de Balde que sólo tiene sentido con el televisor cómo único argumento, Morales batió a Joan Garcia. Fue el preámbulo de uno de aquellos levantamientos dirigidos por Pedri que distinguen al Barça de Flick. Pero también del colofón, cuando Lamine, ya en el minuto 91, centró y Elgezabal, quizá muerto de miedo, se metió el 2-3 en su portería. Los genios deciden cuándo serlo.

Mientras Marcus Rashford, en su día también estrella adolescente, acudía el pasado lunes a la Ciutat Esportiva Joan Gamper a cumplir con una entrevista a este diario, Lamine aprovechaba el día de fiesta de la plantilla para irse a Mónaco con su amiga Nicki Nicole. Sí, esa artista de música urbana argentina de quien Hustle Hard –es decir, el padre de Lamine– dice no saber nada porque él lo que escucha es rap estadounidense de la ‘east coust’. O el que sea.

Siendo conscientes de que estas cosas, con la prensa del corazón al quite en parques, portales y aeropuertos, serán la comidilla entre partido y partido, al chico se le requerirá que sea «Maradona todos los días«, que es lo que decía Valdano cuando miraba a Messi.

Con el 2-0, se santiguaba en la banda Julián Calero, que acostumbra a decir que ha burlado varias veces al tipo de la guadaña. Criado en aquella dura Parla de principios de los 80 donde los balones machaban las jeringuillas en el descampado, fue policía municipal en Atocha durante los atentados del 11-M. También vivió la dana valenciana demasiado cerca como para mirar hacia arriba y cerciorarse de que su ángel sigue de guardia. El técnico del Levante, decíamos, se santiguó al ver cómo Morales, con tantos años (38) como cicatrices, marcaba de penalti el momentáneo 2-0.

Antes de que asomara Pedri con la genialidad desde fuera del área con la que abrió el levantamiento del segundo tiempo, el Barça venía de pagar un caótico despliegue. También condicionado por el penoso estado del césped recién plantado, lleno de charcos e imposibilitando que la pelota sin que pareciera llevar un litro de whisky entre las costuras.

Trató de adaptarse al caos Marc Casadó. Tiene el canterano la gran fortuna de ser un tipo de sentimiento puro, alejado de las corruptelas emocionales que desconciertan y canibalizan el fútbol. Que la madrugada en que el Barça se proclamó campeón de la pasada Liga se fuera a hacer el cafre a Canaletes, sin que le importara ser aplastado por la turba, llevó a su hinchada a un enamoramiento que pasa muy por delante de su minutaje en el equipo o las angustias de Joan Laporta y Deco por salvar el fair play financiero. Lo mismo piensa el técnico Hansi Flick, que actuó a su manera:primero, dejando claro en la sala de prensa que no quiere que se vaya; y segundo, haciéndolo pasar por delante de Gavi para que ocupara la plaza del ausente De Jong, que acaba de ser padre por segunda vez. Flick no se achanta ante nadie.

La inclusión de Casadó en el once trajo consigo un cambio de esquema. Según argumentó Flick, hacía falta algo de rigor defensivo en la zona ancha ante el amontonamiento de delanteros:fueron cuatro, con Rashford titular por primera vez en la izquierda, Raphinha por el centro, Lamine por la derecha, y Ferran Torres otra vez como ariete, aguardando la alternativa Lewandowski. Aquello no funcionó. Ya fuera porque Rashford, por mucho que tratara de encarar cerca de la cal, necesita espacios y que la pelota corra;ya fuera porque Raphinha se pegaba demasiado a la zona donde Lamine, bien controlado al principio por Manu Sánchez, vive mejor a su aire.

Flick reaccionó dibujando el once que hubiera sido el más coherente de inicio. Olmo y Gavi sustituyeron a Rashford y Casadó. Y el equipo, en tres minutos furiosos, igualó el duelo. Al martillazo de Pedri le siguió un acrobático toque de Ferran Torres, asistido por Raphinha.

Empujó el Barça cuanto pudo. Fue descontando ocasiones mientas Pedri decidía qué hacer. Joan Garcia limitó riesgos. Hasta que apareció Lamine para enroscar el balón y decirle al Levante que es él quien enciende la luz, sea o no divertida la fiesta.

Suscríbete para seguir leyendo

Más Noticias

Noticias
Relacionadas

Córdoba levantó 3100 toneladas de basura en solo una semana

Durante la última semana, la...

Bomberos y medios aéreos siguen trabajando aún en 14 incendios en Asturias, Galicia y Castilla y León

El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, ha presidido este...